Buenos Aires
Tolcachir y Del Arco: el indiscreto éxito del escenario
«La omisión de la familia Coleman» y «La función por hacer» fueron dos fenómenos teatrales gracias al talento, el tesón y el boca-oreja. Ahora Tolcachir estrena «Todos eran mis hijos» y Del Arco «El Proyecto Youkali».
Uno es español, espigado, de verbo raudo y ojos curiosos. El otro, argentino, pelirrojo y con cara de niño grande, parece tímido, como si se avergonzara de no haber roto nunca un plato. Pero vaya si los han roto. Los dos solos se encargaron de toda la vajilla, la de la cartelera teatral madrileña. El primero se llama Miguel del Arco, y es el autor y director de la revelación de 2009, «La función por hacer», un «remake» pirandelliano cuyo éxito se extendió como arde la pólvora gracias al boca-oreja. Lo mismo que le ocurrió a su colega bonaerense con «La omisión de la familia Coleman», que ha repetido durante tres años en España. Ambos estrenan ahora en Madrid. Tolcachir en el Teatro Español, con «Todos eran mis hijos», un drama de Arthur Miller protagonizado por Carlos Hipólito, Gloria Muñoz, Fran Perea y Manuela Velasco (del 9 septiembre al 31 octubre). Del Arco en el Matadero, con «El Proyecto Youkali» (del 7 al 19 de septiembre), una propuesta solidaria nacida de un encargo de la Comisión de Ayuda al Refugiado. LA RAZÓN conversó con ambos, dos formas de entender el teatro interesantes y novedosas.
Trabajar desde cero
Hay algo más que une a estos creadores: sus respectivos éxitos surgieron casi de cero. Del Arco unió a un grupo de amigos, sin expectativas siquiera de poder estrenar, y la cosa funcionó. Tolcachir trabaja en un colectivo llamado Timbre 4 que creó en su propia casa en pleno corralito argentino. «Siempre me preguntaba por qué, pero estos movimientos en Buenos Aires explotan en las crisis. Nosotros armamos Timbre 4 en 2001, cuando o te ibas del país o inventabas algo. Había una sensación de no tener futuro y pensabas: ya que estamos en los últimos días de la existencia, vamos a hacer lo que nos gusta», cuenta Tolcachir. La historia de Del Arco es similar: «Estrenamos en el mismo lugar de ensayo, con tres funciones a las que invitamos a la profesión. Y hay que decir que costaba mucho traerla: hay muy poca curiosidad por ver lo que se mueve», recuerda sin tapujos.
Atreverse a estrenar
Pero ya en el Teatro Lara se convirtió en un éxito. Algo que demuestra, según el director, que el buen teatro tiene demanda, aunque no cumpla con la etiqueta de «comercial»: «En la televisión siempre se parte de la base de que el público es idiota. David Simon, el guionista de "The Wire", decía en una entrevista hace poco, cuando le preguntaban cuál era su premisa de trabajo: "Que se joda el espectador medio". Es un poco extremo, pero es verdad que hay que hacer cosas en las que crees, sin más miramientos comerciales». Una máxima que Tolcachir comparte: «No hay más que hacerlo: eso es lo duro y lo hermoso. Nadie te puede ayudar, ni siquiera el Estado».
Ambas obras podrían, desde cierta óptica, ser consideradas teatro «alternativo». Pero su éxito ha derribado esa frontera. «En Madrid, para que algo sea "comercial", parece que tiene que ser una comedia, un texto leve, en el que el público no tenga que pensar. Y eso no es así: la gente va también al teatro a buscar otra serie de cosas, a emocionarse, a que le cuenten algo», cree Del Arco. La experiencia del Tolcachir en Buenos Aires es la de una ciudad en la que abundan los pequeños teatros en cada barrio dedicados a todo tipo de público. «Se hacen apuestas de pronto más arriesgadas y por suerte funcionan bien. Se abre un espectro interesante: se puede buscar un teatro comercial con más posibilidades», cuenta el director de «Tercer cuerpo», con la que continuó la trilogía iniciada con «La omisión de la familia Coleman» y que cerrará, este noviembre, con el estreno en París de «El viento en un violín», que luego vendrá a España y después a Argentina (en el Matadero se verá la trilogía al completo). Pero matiza que «no creo que el teatro comercial tenga que ser el lugar del teatro experimental, sería un error».
El texto prima en el teatro de ambos sobre puestas en escena efectistas. «Somos pobres», justifica somero Tolcachir arrancando las risas de su colega español. «Si tuviéramos dinero a lo mejor nos volveríamos locos», ríe a continuación Del Arco, quien apuesta por valorar todo tipo de teatro: «Veo los montajes de Lepage y me quedo sobrecogido por el aparato técnico.
Como espectador no rechazo casi nada a priori. Veo muchas obras. Aunque, fundamentalmente, me parece que el teatro es el actor y la palabra». Y cuenta Tolcachir: «No sé aquí, pero en Buenos Aires se montó en una época una especie de pelea interesante pero inútil de qué era y qué no era teatro. Lo lindo es ver cosas distintas a las que vos hacés».
Teatros con profilácticos
Aquí, le comento, hace décadas que no surgen debates similares. Sí otros, como los territoriales. Lo recuerda así Del Arco: «En Barcelona a veces me han dicho "no está mal, es lo mejor que he visto de lo que ha venido de Madrid". Pero hombre, si Barcelona sigue viviendo de las rentas: estuvo mucho más cerca de las corrientes europeas, pero ahora mismo se ha parado, salvo excepciones como lo que está haciendo el Lliure. Está al nivel de Madrid o peor, porque no tiene algo que sí sucede aquí: una proliferación de salas alternativas importante».
Una proliferación que en Buenos Aires era proverbial. «Es algo que crece, aunque, como siempre, cuando llega la Ley, lo dificulta». Y es que el incendio trágico de una discoteca transformó la legislación argentina al respecto. «Ahora, aquello derivó en que te obligan a tener profilácticos en el baño», ríe el director, que recuerda que «en una sala para 30 espectadores, si tenía un primer piso, debías poner un ascensor. Y eso topa con la realidad».
Algo que, por fortuna, no frena la expansión del teatro bonaerense: «Lo más lindo que tiene Buenos Aires es que tiene público. Y eso es heredado». Pero no siempre espontáneo: cuenta el director que allí hay «escuelas de espectadores». ¿Habrá que tomar nota? En Madrid, según los últimos datos, ha caído la asistencia a los teatros. Pero del Arco es optimista y cree que «están siempre llenos, y hay cierta expectativa». Del Arco anda, además, metido en otros dos proyectos: «Los veraneantes», de Gorki, que estrenará con el equipo de «La función por hacer» en La Abadía (será en abril), y «La violación de Lucrecia», en la que dirigirá a Nuria Espert en solitario (estrena en octubre en Orense y se verá después en el Español).
Cara y cruz del sector público
Cuenta Del Arco que el deber del teatro público es «hacer que tengan cabida tipos diferentes de crear, obras que en principio el teatro comercial no puede abordar». Algo que «en España es un poco raro». Para el director, el ejemplo es el Teatro Español: «Ahora mismo está cumpliendo como nadie en ese sentido». Y lanza una daga a otros: «No es de recibo que los teatros públicos tengan temporadas que van de octubre o noviembre hasta mayo y se pasen cuatro o cinco meses con las salas cerradas». Tolcachir es prudente sobre el panorama español –«estoy acá en una situación privilegiada»– y afirma que «pude ir al María Guerrero con Veronese, y "Tres hermanas", y se percibe cierta apertura acá. Estuve en las reuniones con Mario Gas, hubo muchas ideas y atención a la gente nueva. Yo me siento muy cómodo».
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