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Kurtz voz en blanco y negro

Kurtz voz en blanco y negro
Kurtz voz en blanco y negrolarazon

MADRID- Dayna Kurtz dice que cuando compone hace correr en su mente el carrete de una película. «No sé qué clase de película es, pero sí sé qué clase de sentimientos quiero despertar en el espectador», explica en un hotel en Madrid. Probablemente la película sea en blanco y negro y ningún personaje salga bien parado. Y no es de extrañar, porque el álbum que acaba de publicar y que presenta en varias ciudades españolas este mes, «Secret Canon. Vol. 1», lo componen 10 temas desenterrados del olvido de la propia tradición americana. «Son canciones casi olvidadas, alguna de ellas no habían sido grabada nunca en medio siglo. Las he ido encontrando porque soy una compradora compulsiva de discos antiguos», dice Kurtz, a la que le falta una nube de humo envolviendo su rostro en el mortecino atardecer de la capital. Quienes puedan, tienen cinco oportunidades para verla en Murcia (14 de julio), Palencia (18), San Sebastián (Jazzaldia, el día 19), La Coruña (20) y Alicante (20).

Habrá «volumen dos»
El álbum «pesca» en pequeños sellos que editaban en casi cada ciudad del sur americano la música local, artistas anónimos que publicaron canciones magníficas. «Lo único que recompensa más que escribir mis propias canciones es tomar otras olvidadas y devolverles cierta vida. Porque es de esa manera en la que me siento como cantante de jazz poseyendo una canción, que es tan importante como si la hubiera escrito yo misma», dice Kurtz, que, como el título del álbum ya anticipa, tiene preparado un «volumen dos» de su labor arqueológica. «Grabamos unas 20 canciones en cuatro días. Y varias de mis favoritas se han quedado para la segunda entrega. Hay algunas muy buenas esperando», comenta.

Kurtz se convirtió en artista de culto porque no corrió la misma suerte que Norah Jones, con la que compartía escenarios en Nueva York. Giró sin parar diez años y así consiguió abrirse camino. Para la prensa americana y para los más informados sigue siendo un misterio por qué no se ha convertido en una superestrella. «Es verdad que en Europa soy más conocida, y respetada por los críticos... pero no son tiempos de quejarnos: la industria de la música quiebra, hay un hundimiento económico... estamos jodidos», asegura. Por eso («y porque hacer canciones de política es muy difícil») en su último álbum abundan los temas de amor, la mayoría ligados a la palabra «tonto». Define su estilo dentro de un «género sin ley» en el que entran desde Chuck Berry a Bob Dylan o Nina Simone, y el traje no le queda grande. ¿Su voz es consecuencia de giras y cigarrillos? «Demonios... no lo sé. Mi abuela tenía una voz grave y oscura maravillosa. Supongo que te conformas con lo que la genética te da».

 

Cerca de Hopper
Kurtz compone pensando en cine, pero un buen experimento es escuchar su disco frente a los cuadros de Hopper (en la imagen) en el Museo Thyssen. «¿Hay una exposición? ¡Tengo que ir a verla! Bueno, es normal que te lo parezca, ya sabes... el género americana...», y se encoge de hombros. Kurtz ha cultivado muchos géneros típicamente americanos como el swing, el rockabilly o el jazz. ¿Se considera una síntesis? «Es curioso: siempre dicen que me salto las normas de los géneros...».