Arte, Cultura y Espectáculos
Camorristas
De Caravaggio, el pintor italiano del siglo XVII, se pueden decir muchas cosas. Se puede hablar de su posteridad en la historia de la pintura, de la intensidad de sus cuadros, de su audacia estética y espiritual. Desde hace varios años, en particular desde la película del mismo nombre de Derek Jarman, Caravaggio ha quedado identificado con la homosexualidad militante y, lo que es aún mejor, con la marginalidad y la delincuencia. Todo eso era algo bien conocido desde siempre y, todo lo más, provocaba algún escalofrío entre las estudiantes de historia del arte de hace décadas. Ahora, en cambio, ha pasado a formar parte del discurso oficial, y así lo reflejó la ministra de Cultura en su presentación del «Descendimiento» en el Prado, prestado por el Vaticano para la JMJ. Para González-Sinde, lo importante de Caravaggio es que fue «un criminal perseguido por la ley, homosexual, disoluto y camorrista». El salto que hay que dar para llegar de esa caracterización al «Descendimiento» es complicado, pero a la ministra de Cultura eso no le importa mucho. Lo que parece importarle, en cambio, es el ideal de vida que encarna ese Caravaggio. Sólo le faltó decir que Caravaggio no votaba al PP y que, como criminal, camorrista, disoluto (aquí un recuerdo de los escalofríos de las niñas bien) y homosexual (alguien debería protestar por esto), Caravaggio era votante del PSOE o acampó en la Puerta del Sol. En busca de la oposición absoluta, nuestros socialistas se han atrincherado en la perpetua manifestación contracultural. El gigantesco poder del Estado moderno lo utilizan para destrozar los valores mínimos de la civilización, de cualquier civilización. A lo mejor la ministra no estaba pensando en Caravaggio, sino en Bildu, en sus amigos de la SGAE o en sus compañeros de gabinete, vaya usted a saber.
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