Bildu
Hacerle el juego a ETA
El Partido Socialista del País Vasco anunció ayer su intención de acudir, a través de una delegación oficial y del propio presidente de la formación, Jesús Eguiguren, a la autoproclamada «conferencia de paz» que ha sido promovida por el entorno proetarra y que tendrá lugar el próximo lunes en San Sebastián
Éste cónclave responde únicamente al histórico objetivo de Batasuna de internacionalizar sus reivindicaciones mediante la reunión de «mediadores» de distintos países para que éstos avancen, según la terminología abertzale, «en la resolución del conflicto». Hasta ahora, este intento de ETA de presentar su acción terrorista como la consecuencia lógica de una guerra entre dos bandos había chocado con la oposición de las principales fuerzas democráticas. Por ello, causa sorpresa e indignación que los socialistas se presten de esta forma a hacerle el juego a los violentos. No en vano, ETA recibe así un balón de oxígeno cuando más falta le hace, al situarse ante buena parte de la opinión pública mundial como un interlocutor válido, al ser respaldado, ni más ni menos, por el partido que sostiene al actual Gobierno vasco. Poco le ha importado al PSE en la toma de esta decisión la opinión de las víctimas del terrorismo etarra, nuevamente denigradas y traicionadas por un socialismo oportunista en sorprendente sintonía con la estrategia batasuna de lograr una paz sin vencedores ni vencidos.
La presencia de los socialistas en la farsa de San Sebastián llama todavía más la atención después de que el lendakari Paxti López rechazara a principios de semana la conferencia por ser un acto propagandístico en favor de los proetarras. Algo ha cambiado para que una consejera del Ejecutivo de Vitoria diera ayer la «bienvenida a todos los trabajos para conseguir la paz», asumiendo con ello las mentiras de la izquierda abertzale. A estas inquietantes contradicciones deben sumarse las últimas revelaciones que LA RAZÓN ha publicado sobre la declaración ante el juez de los testigos protegidos en el «caso Faisán», que sitúan en la trama a Alfredo Pérez Rubalcaba –en aquel momento portavoz del PSOE en el Congreso y luego ministro del Interior– y que desvelan la existencia de una negociación secreta entre el Gobierno y ETA, con el «Faisán» sobre la mesa. Conversaciones que, de desembocar en un comunicado de ETA más o menos confuso antes de las generales –aunque éste no signifique la entrega de las armas y la disolución de la banda– podría suponer una baza electoral para Rubalcaba. Sobre todo cuando las encuestas hunden cada vez más las expectativas del candidato socialista. Por su parte, Patxi López, al no desautorizar la decisión del PSE y de Eguiguren, vuelve a poner en riesgo la esperanza para la libertad que supuso el pacto con el PP que relevó de la lendakaritza al PNV treinta años después. Con su legitimación del esperpento de una «conferencia por la paz» de oscura financiación, asume una estrategia indecente y un recurso partidista, que convierte en papel mojado los compromisos por la libertad y contra el terrorismo firmados por el PSOE, con la pluma de Rubalcaba.
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