Sevilla

Hilo de cobre a precio de oro

El cobre tiene precio de oro. Una tonelada de metal plastificado puede costar nueve mil euros; el metal puro cuesta ya casi seis mil. Numerosas bandas se dedican a robarlo, limpiarlo quitándole el plástico y volver a introducirlo en el mercado

Material incautado por la policía en Sevilla a una banda de rumanos el pasado mes de agosto
Material incautado por la policía en Sevilla a una banda de rumanos el pasado mes de agostolarazon

Los ladrones de este material, como cualquier otro grupo organizado, utiliza a menores. Por ejemplo, para conducir los vehículos que transporta la mercancía. El robo de cobre es un signo de los tiempos que vivimos y una radiografía de las organizaciones mafiosas que trafican con él.

Algunos de los ladrones han muerto quemados en subestaciones eléctricas o a pie de farolas en la calle. La policía ha descubierto que, en muchas ocasiones, las empresas afectadas constantemente por estos robos terminan por reponer lo robado con material reciclado procedente del mismo tráfico.

El tipo de delincuente que se ocupa de esta demanda mundial de hilo de cobre pertenece a dos clases muy distintas: pequeños grupúsculos y grandes organizaciones. Los clientes a los que se dirigen son quizá lo que más aumenta la diferencia entre ellos. Los modestos son de etnia gitana, rumanos o españoles, que compatibilizan estos hurtos con el trapicheo de drogas. Normalmente desmantelan subestaciones, centros de tranformación, incluso urbanizaciones de las afueras. Los otros van a por las toneladas completas y roban incluso a los ladrones pequeños. Lo poblados del cable suelen ser la Cañada Real y El Gallinero, en Madrid. Para trabajar sólo precisan un hacha radial o un cortafríos. En los poblados que guardan la mercancía robada se organizan grandes hogueras que elevan al cielo columnas de humo negro de fuerte olor.

 Este reciclaje pone en marcha el mercadeo, que fija buenos precios que alcanzan un fuerte porcentaje respecto del original. Se ofrecen a establecimientos poderosos y con prestigio. El comprador guarda su identidad celosamente y ya van advertidos si el cable es de procedencia ilegal.

Normalmente, cada grupúsculo tiene su agencia de compradores. El mayorista lo convierte en una masa compacta con la que gana un diez por ciento del valor real. Luego se hacen lotes que se trituran y se llevan a la fundición. Allí se convierte en nuevo material de cobre y vuelve a ser recubierto con plástico. El proceso se pone en marcha de nuevo.

Las empresas suelen pagar un noventa por ciento con destino a los compradores chinos. Estos protagonizan robos al por mayor. Las mercancías se expiden con rumbo a Francia o Italia y parte de todo llega a China, una China del submundo, de la copia y el reciclado, tan poderosa que mueve grandes tentáculos de pulpo donde el circuito alcanza la perfección.

Solo en los meses transcurridos desde el uno de enero, se calcula que al Ayuntamiento de Madrid se le ha robado cable que alcanza los 522 kilómetros, casi la distancia que hay entre Madrid y Valencia ida y vuelta. Eso ha hecho que desaparezcan «beneficios por escalón». Lo que podríamos hacer es que se busquen las 327.660 toneladas de cable que se calculan han sido sustraidas, lo que supone un gran coste en las arcas de cualquier municipio.

En muy poco tiempo han aprendido a pelar los cables y a buscarles el elemento codificador. El robo de cobre se ha convertido en un revoltijo apelmazado que se limpia y del que se puede obtener el ADN de su procedencia. Son robos de calidad con la recompra garantizada. El cobre es el signo de los tiempos.

Robos con violencia
En la lucha contra este azote se ha distinguido la policía española, aunque los ladrones son difíciles de retirar de la circulación. Se les imputa robo con fuerza. Pero ahora también se actúa contra buena parte del grupo porque se teme la escalofriante alarma de la fuerza bruta.

El robo de cobre es peligroso para todos, incluso para los que lo manipulan. Con cierta frecuencia, como hemos contado, los ladrones se dejan la vida. Eso pasó hace dos semanas escasas cuando un vecino rumano de 22 años, que entró a robar en una subestimación del Metro en Madrid, cortó el cable que no era. La pieza mojada por la lluvia soltó un fogonazo y enseguida un resplandor muy grande. El chico quedó muy quemado.

En los tres últimos meses se han producido noventa delitos vinculados con el robo de cobre y 42 detenidos. Si cada tiempo delictivo lo justifica un tipo nuevo de criminalidad, los grandes robos de cable explican mucho de los confusos tiempos en los que vivimos.