España
De la Andalucía de «soñadores» a la de los ERE
La voz monocorde del viceconsejero de Presidencia, Antonio Lozano, sonaba en el Teatro de la Maestranza anunciando los acuerdos del Consejo de Gobierno por los que se concedían las Medallas de Andalucía y los títulos de Hijos Predilectos.
La liturgia se desarrollaba conforme al guión establecido. Tras la pertinente lectura de los decretos, los galardonados se situaban en la mesa presidencial y recibían las Medallas de manos del presidente de la Junta, José Antonio Griñán, y de la presidenta del Parlamento, Fuensanta Coves. Eso sí, Griñán se aseguraba su «cuota de pantalla» con los premiados más mediáticos, como el jugador de la selección española Jesús Navas o la bailaora María Pagés.
Hasta que llegó el discurso de Alfonso Guerra y el teatro enmudeció. Guerra, brillante y parsimonioso, desarrolló su teoría literaria de Andalucía, calificándola como «tierra de soñadores». «Yo soñé una Andalucía que debería estallar de luz y color y sentar su dignidad.
Supe acompañarte a levantar tu dignidad», aseguró. Se autodefinió como luchador del «clamor por la despensa y la escuela», identificado con las personas «humildes y sencillas que han luchado para que Andalucía y España superen su secular atraso histórico».
«¿Qué testamento, viejo o nuevo, tiene dicho que Andalucía ha de dormir sobre un lecho de desidia y desigualdad?», se preguntó el exvicepresidente del Gobierno, no sin antes citar a Fernando Giner de los Ríos, a Pablo Iglesias e incluso a Cervantes. También ensalzó Guerra el carácter «noble» del andaluz que «ni el hambre ni la pobreza pudieron quebrar» y la «emoción catártica» que experimentó cuando se luchó por la autonomía y por el «renacimiento cultural».
Guerra, poco amante de los homenajes, se entregó al auditorio al recordar a su padre, «Julio, porquero en los campos de Utrera», y a su madre, «Ana, trianera trabajando desde los once años». Igualmente, hizo mención a sus doce hermanos, a su esposa y a sus hijos.
Sin resarcimiento
Una vez acabado el acto institucional, no quiso entrar a valorar ningún asunto de la actualidad política. Entre ellos, la trama de los ERE. «¿El Pisuerga pasa tan lejos? En un acto en el que se distingue a tantas personas no es muy oportuno entrar en una rueda de prensa política. En otro momento contestaré», señaló. Sobre la posibilidad de que el reconocimiento sea un acto de resarcimiento por el desgaste que sufrió mientras estuvo en el Gobierno, fue claro y conciso: «No lo necesito».
La galerista Juana de Aizpuru, que también recibió el título de Hija Predilecta, sí fue bastante crítica con las administraciones. «No podemos esperar todo de las instituciones», dijo en relación a las subvenciones. «Los sevillanos deben hacerse cargo de su ciudad. Están llamados a un protagonismo extraordinario», remarcó la impulsora de la Bienal de Arte Contemporáneo de Sevilla. Un evento que, finalmente, cayó en desgracia.
Carmen de Linares, psicóloga y experta en tratamientos para niños con discapacidad, también alzó la voz con su medalla al cuello. «Queda mucho por hacer en este ámbito. Hay que dejarse de subvenciones y potenciar una atención universal y sectorial», afirmó.
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