«Resident evil 5: venganza»: Otra partida más

Quizá ha llegado el momento en que las críticas de ciertas películas las escriban expertos en videojuegos. «Resident Evil 5: Venganza» pertenece a ese post-cine que ha llevado al extremo la narración por capas, la yincana como nuevo manual de estilo de los diseñadores de pesadillas a control remoto. Es un cine que obliga a reevaluar las categorías estéticas que aplicamos a los estrenos convencionales e impone una aproximación teórica, abstracta, dado que carece de personajes y la trama está condenada al eterno retorno, al nuevo comienzo de la partida. La filmografía de Paul W. S. Anderson demuestra lo bien que este cineasta se ha adaptado a las nuevas formas del audiovisual, apropiándose de una saga que parece un objeto de merchandising. El auténtico paso de gigante para este estilista de multisalas sería hacer de sus productos artefactos interactivos, que el espectador pudiera controlar desde su cómoda butaca palomitera. Sería, en fin, devolverlos a sus orígenes y librarnos de la penitencia de tener que sufrirlos disfrazados de películas de acción «high tech».