Barcelona
Jenn Díaz: «Tantas facilidades nos han complicado la vida»
Nació: en 1988, Barcelona. Una película: «Martín Hache». Un libro: «Primera Memoria», «Lo raro es vivir». Un grupo de música: El último de la fila. Dentro de veinte años... Con una familia y muchos libros publicados.
–A sus 22 años acaba de publicar su primer libro, «Belfondo» (Principal de los libros). ¿Se considera un talento precoz?
–No lo sé. La gente cuando lee «Belfondo» dice que tengo mucho mérito, algo que la verdad me viene grande. Es mucho más sencillo: escribir es lo único que sé hacer, no sé si mejor o peor, pero, insisto, es lo único que sé hacer. Lo llevo pegado a la piel, no puedo resistir ni un día sin escribir.
–¿Se diría que tiene un mundo literario propio?
–No me corresponde a mí decirlo. Mi problema es que caigo una y otra vez en las mismas historias con algunas variaciones.
–¿Admite influencias?
–Claro, Ana María Matute, Carmen Martín Gaite, Miguel Delibes, José Donoso, García Márquez... Todos estos escritores marcan mi creación literaria. También leo a Marguerite Duras, pero pertenece a otro alfabeto.
–Observo que lee a muchas mujeres... ¿Cree que existe la literatura femenina?
–La literatura femenina no sé, pero seguro que existe una literatura con sensibilidad femenina. Y eso no significa que tenga que ser escrita por una mujer. Por ejemplo, Alessandro Baricco es un escritor que hace una narrativa con una sensibilidad muy femenina.
–¿Cuál es el principal problema de su generación?
–Mire, la generación de mis padres apenas tenía oportunidades. Por contra, la mía tiene tantas que a veces no sabemos por dónde tirar, a qué dedicarnos. Y luego llegar a la madurez es muy decepcionante porque te das cuenta de que habrás hecho tres carreras, varios másters que en el fondo no sirven para nada por el excesivo paro que hay. La verdad es que tener tantas posibilidades para todo nos ha terminado por complicar la vida.
–Es, entonces, una generación desanimada.
– Desde que terminé «Belfondo» estoy en el paro. Mis compañeros de filología se buscan trabajos de camareros, repartidores... oficios muy respetables, pero lo cierto es que ellos están capacitados para otra cosa.
–¿Cree que hay una pérdida de valores?
–Absolutamente, pero no sólo en la juventud. Hemos perdido el respeto a todo. A mí los niños de cinco años me dan miedo: hablan con una falta de respeto a sus padres y a los desconocidos. Ahora las peleas entre adolescentes son frecuentes. Me da vergüenza que llamen «vieja» a una mujer que ni conocen. Estamos en la época del «todo vale». Es imprescindible una regeneración moral.
–¿Qué reto hay que abordar?
–Tenemos que ser un elemento estabilizador de la sociedad y encontrar un punto de comunión entre las distintas generaciones. Además, tenemos que reciclar los viejos valores.
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