Partido Republicano

Barack segunda parte

La Razón
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Cuando Pajín habló del «acontecimiento histórico que se producirá en nuestro planeta» (junio de 2009) no pretendía hacer astrología, sino geopolítica hiperbólica. La coincidencia de «dos líderes progresistas a ambos lados del Atlántico» anunciaba grandes transformaciones que harían del mundo un lugar más próspero. Aquella descripción interesada que hizo de Obama y Zapatero como mellizos con vidas paralelas no alcanzó a anticipar que los doce meses siguientes serían un viaje agónico, bañado en charcos, que arrastraría a ambos por el despeñadero de las encuestas. Hoy comparten los líderes un mismo diagnóstico: su electorado se desinfla defraudado y la derecha revitalizada cabalga a lomos de la incertidumbre económica. Si Zapatero busca nuevas señas de izquierda que cubran el hueco de las señas perdidas, Obama amontona sacos terreros en la verja de la Casa Blanca para contener «the flood», el aluvión, la pantanada conservadora. El presidente español se encomienda a Rubalcaba para reconstruir un proyecto creíble; el norteamericano ha encargado a Pete Rouse el desarrollo de «Obama 2.0», un nuevo Obama, la nueva agenda. El Partido Demócrata mide el alcance de la riada después de haber confiado a Clinton y a Michelle Obama el último «fire up», el encendido (la movilización, diríamos aquí) de los votantes que hace dos años acudieron a las urnas con entusiasmo. Ed Randall, el locuaz gobernador saliente de Pensilvania, ha empezado a mentar la bicha: «El presidente Clinton tiene hoy más tirón que el presidente Obama». Randall apoyó a Hillary en las primarias, es un obamista sobrevenido que opina que el presidente ha sido audaz en sus reformas pero torpe (fracasado) en la explicación política de las mismas. El mago de la persuasión ha suspendido el examen para el que parecía más preparado, hecho relevante en un líder que, lejos de rehuir los focos, acostumbra a hacer declaraciones casi a diario. Barack Obama ya hizo acto de contrición en su conversación con Peter Baker para el «The New York Times»: «Medí mal la impopularidad de algunas reformas, he permitido que muchos me vean como un viejo izquierdista aficionado a subir los impuestos y al gasto público». En su entorno repiten los argumentos clásicos de quien está a la defensiva: «Tenemos un problema de comunicación y una oposición intratable que dice ‘no' a todo». Debaten qué línea deben seguir ahora, si apostar por el bipartidismo (acuerdos con los republicanos) que Obama abanderó a su llegada y que le hace parecer tibio a ojos de su electorado más entregado, o ir al choque frontal con la nueva Cámara subrayando las diferencias entre el programa progresista y la agenda conservadora etiquetada de «té rancio». Éste es el dilema: resucitar al primer Obama de las primarias (el más liberal en el sentido anglosajón) o cultivar el pragmatismo centrándose en problemas abarcables con soluciones concretas. Zapatero intenta conciliar ambas tácticas, pragmático por necesidad e izquierdista hasta la médula. A Obama aún le quedan dos años para revalidar la plaza. Zapatero tiene sus legislativas del «midterm» el próximo mes de mayo. El planeta, receptivo al aviso de Leire, permanece atento.