Libros

San Francisco

De «niño burbuja» a «niño bomba»

El periodista israelí Shlomi Eldar ayudó a que al niño palestino Muhammad le trasplantaran la médula, pero tras salvarle la vida, su madre le dijo que quería que de mayor fuera un «martir» del islam 

El pequeño mártir juega
El pequeño mártir juegalarazon

En doce meses los políticos israelíes y palestinos pueden tener un acuerdo definitivo de paz sobre la mesa, pero la verdadera conciliación entre los dos pueblos se forja en la calle, en relaciones de tú a tú que van reconstruyendo la confianza minada por décadas de convivencia hostil y por el abismo abierto por la religión en la forma de pensar de unos y otros.

Los protagonistas de esta historia son un ejemplo de estas oportunidades de redención que se presentan cotidianamente a los ciudadanos de Oriente Medio. En el centro del relato, un bebé de Gaza, Muhammad, desahuciado por una enfermedad inmunitaria para la que no existe cura en la franja. En la lucha por salvarle están sus padres palestinos musulmanes, Raida y Fawzi; un médico israelí reservista del Ejército, Raz Somech, convencido de que la medicina israelí tiene una esperanza para el niño en forma de un tratamiento de 55.000 dólares (unos 43.000 euros); y un periodista de la televisión hebrea, Shlomi Eldar, al que recurren para que se haga eco de la historia en el noticiario de máxima audiencia en un intento de obtener los fondos suficientes para costear la cura.

El pequeño Muhammad Abu-Mustafá había nacido enfermo, sin defensas. Su cuadro es lo que se conoce como un «niño burbuja». A sus cuatro meses, y con una esperanza de vida no más allá del año, Muhammad esperaba en su cuna el mismo destino que se había llevado previamente la vida de dos de sus cinco hermanas.

Desde que en 2007 Hamas tomó Gaza, el Ejército cerró todas las fronteras y sólo a las personas muy enfermas se les permite pasar a Israel en busca de ayuda. Era el caso de Muhammad, ingresado en el hospital de Tel Hashomer, en Israel, cuando comienza esta historia, la que describe el documental «Precious life» («Una vida valiosa»), presentado en el Festival de Cine de Jerusalén y que en los próximos meses irá al de Toronto, Colorado y MidValley en San Francisco.


La paz en el hospital
El film ofrece un nuevo ángulo de la relación entre palestinos e israelíes. Gaza más allá de una célula terrorista en sí misma, Gaza más allá de su totalitario Gobierno. Más allá del odio entre palestinos e israelíes, están las relaciones humanas. «Todos los palestinos de Gaza piensan que los israelíes quieren matarles, pero hay muchos israelíes llenos de compasión por la gente de allí», resume el periodista Shlomi Eldar, autor del documental.

Eldar también era un damnificado del hermético cierre de fronteras con Gaza. Durante 20 años, el reportero había desarrollado su actividad en la franja costera, transmitiendo a la audiencia israelí la realidad de sus vecinos, pequeñas pinceladas para que no se olvidara que, apenas a unos kilómetros, las circunstancias son radicalmente opuestas a las de la avanzada democracia hebrea. Sin embargo, de la noche a la mañana, Israel prohibió la entrada de sus ciudadanos al territorio palestino arguyendo que no podía garantizar su seguridad. La medida dejó a Eldar sin acceso al lugar de donde sacaba sus historias.

La vida de estas cinco personas se cruzó una buena mañana a las puertas de la habitación «burbuja» en la que crecía aislado Muhammad. Su única opción de tratamiento era un trasplante de médula ósea de algún familiar compatible, un tratamiento costoso que la sanidad israelí, por definición, no cubre a quien no es un ciudadano del Estado de Israel. «En la mayoría de los casos es la Autoridad Palestina la que se hace cargo de este tipo de gastos, pero en el caso de Muhammad, como sus posibilidades de sobrevivir eran escasas, lo rechazó», explica a este periódico el doctor Somech.

Lejos de tirar la toalla y convencido Somech de que tenía en sus manos una posibilidad para salvar al bebé, se decide un buen día a hacer un «mailing» masivo para recaudar el dinero necesario para tratar al bebé de Gaza. Más allá del juramento hipocrático, este médico, reservista del Ejército, tiene muy claro que «mientras se trata a gente desahuciada, les damos esperanza y construimos una amistad. Es la forma a nuestro alcance de construir un puente hacia la paz».

Entre los destinatarios de la carta, el reportero. Shlomi Eldar, del Canal 10 de noticias, se presenta una mañana a cubrir el tema que le convertiría de periodista a improvisado cineasta. «Empecé a filmar porque soy periodista y vi que era una buena historia. No había más razón, nunca pensé en hacer un gran film. He trabajado 20 años en Gaza y de la noche a la mañana el Gobierno me prohibió entrar. El hospital era el único puente que tenía con historias de Gaza después de que todos los demás hubieran sido quemados o bloqueados. Mi situación profesional era muy aburrida», cuenta Eldar.

La cámara y un par de minutos en el informativo de la noche eran el granito de arena que Eldar aportaba para salvar a Muhammad. No hizo falta más. A mitad del telediario una llamada se comprometía a costear el tratamiento del niño a condición de permanecer en el anonimato. Del mecenas se sabe su origen y su motivación: un judío que perdió a su hijo en la guerra y que ahora dedica sus esfuerzos a salvar cualquier vida. «Qué cosas tan raras hacen los israelíes por nosotros», murmura la madre de Muhammad al enterarse.


Odio inmenso
El año y medio de grabaciones que forman «Precious life» muestran el universo que se crea entre estos personajes, encerrados entre las paredes del hospital durante meses. Una historia también de convivencia y de cómo los enemigos pueden llegar a verse como seres humanos. «La religión, la superstición, ha llevado a la demonización de los israelíes por parte de la gente de Gaza. Pero cuando las personas se conocen es el principio de algo», apunta Eldar.

No sólo los habitantes de Gaza tienen una visión distorsionada de sus vecinos. Para los israelíes también es difícil entender la concepción de la vida que la religión ha dado a los musulmanes. «Para nosotros la muerte es algo natural, no nos da miedo morir», confiesa Raida, la madre de Muhammad.

En el diálogo entre unos y otros también queda claro que los puntos más polémicos para llegar a un acuerdo de paz político, también lo son para llegar a la convivencia pacífica entre los pueblos. La reconciliación parece imposible cuando se habla de Tierra Santa:
-¿De quién es Jerusalén? –pregunta el periodista en un momento de la grabación.
-Es nuestro –responde tímida, pero segura, la madre de Muhammad–. El profeta subió a los cielos desde ahí. Es un tema controvertido, pero nos pertenece.
-Dividámoslo, pues –propone el israelí.
-No –dice tajante la madre.
-Entonces, como diría Arafat, ¿estás de acuerdo en «un millón de "sahids"(mártires) para Jerusalén»?
-No sólo un millón. Todos nosotros estamos por Jerusalén.
-Y ahora que luchas por la vida de tu hijo. Si se recuperara, ¿le dejarías ser un «sahid»?
-Si es por Jerusalén, sí.

Esta conversación estuvo a punto de suponer el punto y final del proyecto. «Me fui muy enfadado», cuenta el periodista. «No con ella, sino con todo. Porque hablábamos de la vida y parecía que para ella la vida era barata, que no era nada».

Pero Eldar continuó filmando y Muhammad se curó y volvió a Gaza. «Hasta los tanques me parecen diferentes hoy», dice el padre en su camino de retorno, viendo el mundo con una nueva perspectiva y a Israel con unos renovados ojos.

Al poco de regresar la familia a Gaza, llega la ofensiva «Plomo Fundido» de finales de 2008. Paradojas de la vida, en esas semanas en la que los Abu-Mustafa se refugian de los bombardeos, el doctor Shomer es llamado para servir en el Ejército. Es turno ahora de poner la medicina al servicio de los soldados.

A punto de cumplirse dos años de la «operación Plomo Fundido» en la que, afortunadamente, los Abu-Mustafa lograron sobrevivir (aunque hubo unas 1.400 bajas palestinas), el documental recuerda que ante el drama del conflicto, al igual que ante la tragedia de Muhammad, desahuciado con cuatro meses, sí que hay esperanza, siempre y cuando todos pongan de su parte.

Los protagonistas de «Precious Life» lo lograron. Con casi tres años, Muhammad crece sano en su humilde casa de Gaza junto a sus padres y hermanos. Tras estar día y noche al cabezal de su cuna, su madre, Raida, rectifica al final del film: por muy interiorizada que se tenga la idea de la muerte, la vida de su hijo sí es valiosa y merece la pena luchar por cada una de ellas. «Ahora viven bien. Tienen un ordenador y les estoy enseñando a utilizar Skype, pero no tienen electricidad. Es paradójico, tienen la tecnología, pero no electricidad», cuenta Shlomi Eldar desde su casa de Nes Tizona, cerca de la localidad israelí de Rehoboth, mientras se prepara a ir a Toronto y San Francisco a presentar la película, el botón de muestra de que el puente hacia la paz se construye conviviendo.


El pequeño mártir juega
Muhammad fue el quinto hijo del matrimonio de Raida y Fawzi Abu-Mustafa y el tercero que nació con la deficiencia inmune (las dos hermanas mayores murieron) que le convirtió en un «niño burbuja». Pero pese a la dramática experiencia, no fue el último niño de la pareja. Durante el rodaje del documental, Raida vuelve a quedarse embarazada, no sin el terror de volver a parir un niño enfermo que muera en sus brazos: «Mis hijas murieron una y mil veces ante mis ojos», cuenta, pero «mi marido decide sobre los embarazos», dice resignada a la cámara. Afortunadamente, el último retoño nació sano. Una visión de la muerte totalmente opuesta a la del mundo occidental. «Es algo natural. No le tenemos miedo» y la aceptación de que el bebé se convierta en un futuro en un «sahid» (mártir) que sacrifique su vida por Jerusalén, que contrasta con una lucha por la vida de su pequeño bebé, tan entusiasta como la de cualquier otros padres, independientemente de sus creencias.