México
CRÍTICA DE CINE / «Monsters»: Amor entre aliens
Dirección, guión y fotografía: Gareth Edwards. Intérpretes: Scoot McNair y Whitney Able. Gran Bretaña, 2010. Duración: 94 minutos. Ciencia-ficción.
Rara combinación la que propone esta apología del «ready made» con invasión alienígena al fondo. Gareth Edwards propicia una alianza insólita: la de un género de ciencia-ficción que se expresa mayormente en fuera de campo, y no sólo por limitaciones presupuestarias, con una historia de corte romántico, un «boy meets girl» que avanza a trompicones por un paisaje apocalíptico. Esta alianza adquiere el formato de una «road-movie» que, de paso, tiene algunas cuantas cosas que decir sobre la inmigración, el periodismo en zona de guerra y las insalvables diferencias entre el Primer y el Tercer Mundo. La pareja de «Monsters» parece haberse equivocado de película, porque su medio natural sería la «screwball comedy». ¿Y qué, si no, podrían haber protagonizado un fotógrafo en busca de una exclusiva y la hija de un magnate a la que debe proteger hasta la frontera de México con América? El viaje, por supuesto, se complicará, sólo para concederles el beneficio de la duda: ¿están hechos el uno para el otro? No estamos tan lejos de «Buscando un beso a medianoche», el único «mumblecore» (cine «indie» de presupuesto bajo mínimos rodado entre amigos, preferentemente enfocado a los equívocos del amor y las relaciones interpersonales) que se ha estrenado en salas españolas, también protagonizado por Scoot McNairy. Se trata, pues, de observar cómo nace un amor entre ruinas: un amor que surge como acto de resistencia a un entorno hostil y a un presente emocional. Edwards pisa la arena del cliché, y a pesar de que a menudo la delicadeza con que se acerca a sus personajes salva el escollo, no podemos sino pensar que es una ópera prima que hemos visto mil millones de veces. Los monstruos del título –que podemos ser los humanos o las criaturas que nos ponen contra las cuerdas– aparecen en fragmentos, a lo lejos, como para delatar su significado marginal, accesorio.
Solamente al final, Edwards pone toda la carne en el asador, y en una gasolinera abandonada integra de manera extrañamente poética la excéntrica presencia de los monstruos en una historia de amor que cuaja cuando al relato se le acaba el tiempo para emocionar. Es un clímax muy hermoso para una película tan atractiva como menor.
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