Sevilla

21 coches por cada plaza de parking

Con el subterráneo de Barqueta descartado por Movilidad, la Alameda no ofrece alternativas para el aluvión del fin de semana.

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No hay marcha atrás. El centro se cierra al vehículo privado y los no residentes que lo atraviesen o permanezcan en él más de 45 minutos saldarán su osadía con una multa de 90 euros. Una veintena de cámaras velan desde principios de mes por el cumplimiento de una ordenanza de peatones y ciclistas que aún debe modificarse para ofrecer soporte jurídico a la polémica medida adoptada por el Gobierno local. Septiembre es la fecha señalada por el delegado de Movilidad, Francisco Fernández, para abrir la veda a las sanciones; hasta entonces, se comunicará la infracción sin mayores consecuencias. Sólo los vecinos empadronados en el casco histórico y que abonen el impuesto de su coche en Sevilla gozarán del derecho a la libre circulación por toda la zona. Es la única concesión municipal, que en principio pretendía que la división por sectores se aplicara también a los residentes. Las peticiones de comerciantes y vecinos –a los que el alcalde recibió la pasada semana tras varios meses de espera– han sido sistemáticamente ignoradas, pese a alertar de que las deficiencias en la articulación interna «matará» al centro.La asociación de comerciantes Alcentro acusa al Gobierno local de saltarse la presunción de inocencia: todos los conductores serán culpables hasta que justifiquen debidamente lo contrario. «Es como si a todo el que entrase en una autopista lo multaran por exceso de velocidad», critica Enrique Arias, presidente de la entidad. Las ya consabidas restricciones –entrar y salir por la misma zona y en menos de 45 minutos–dejan como única «coartada» para quienes necesiten acceder al centro los aparcamientos de pago, de los que se excluye la zona azul –aunque se cobrará por estacionar–. Once parkings con alrededor de 5.200 plazas para absorber los 109.000 desplazamientos diarios que se producen en el centro, según los datos facilitados por Movilidad. La cifra incluye trayectos de tránsito –cuyo destino no es el casco histórico– y que son los que en mayor medida pretende reducir el Consistorio. Aún así, el índice de usuarios es inabarcable para la escueta oferta de aparcamientos, pese al empeño del delegado de Movilidad, Francisco Fernández, en resaltar que su ocupación alcanza sólo el 50%. Un dato válido para la mayoría –Escuelas Pías, Albareda (Plaza Nueva), el Arenal, Puerta de la Carne, Avenida de Roma, Altozano, Arjona, José Laguillo y Paseo de Colón, pendiente de ampliación–, pero no exportable a los dos parkings subterráneos asociados a El Corte Inglés. Los de la Magdalena y la plaza de la Concordia, que suman un millar de plazas, son también los mejor ubicados comercialmente y están completos de lunes a sábado. Fuentes cercanas a la empresa gestora destacan que, no obstante, la rotación es continua, a pesar de ser los más caros de la ciudad: 2,10 euros la hora (0,035 céntimos por minuto). En este sentido, Arias critica que las estadísticas de Movilidad incluyan las 24 horas del día, cuando la mayor necesidad se concentra «en las ocho horas de horario comercial».El otro gran imprevisto es la distribución de esas bolsas de aparcamiento. El casco norte no cuenta con ningún parking para acoger el grueso de vehículos que, especialmente los fines de semana, acude a la zona de la Alameda. El olvidado aparcamiento municipal de Barqueta debía insuflar aire a una zona cuya única opción es Torneo y sus alrededores, colapsados antes de que entrara en vigor el «blindaje». Unos problemas que se acuciarán cuando la moratoria venza en septiembre.La solución, bajo tierraEl comercio lo ha repetido hasta la saciedad: el cierre del centro matará el negocio. El presidente de Alcentro, Enrique Arias, propone crear «grandes bolsas de aparcamiento» en zonas estratégicas: la Alameda, el Prado y la Encarnación. Su idea se basa en construir intercambiadores de transporte donde dejar el vehículo privado y que, sin salir de esa infraestructura subterránea, se acceda tanto al metro como a autobuses urbanos e interurbanos. Un modelo que ya funciona en Madrid y que «se autofinancia y hasta es rentable con las tasas que se cobra a todos los medios de transporte». Cada uno rondaría los cien millones, aunque con el metro en el aire, cualquier atisbo de intermodalidad resulta utópico.