Francia
La asesina titubeante
A finales de julio pasado, Dominique Cottrez, de 47 años, vecina de Vilers-au-Tertre, un pueblo de unos setecientos vecinos, al norte del país, se convirtió en el mayor monstruo de Francia. Es una señora amable, sonriente y educada, madre de dos hijas y abuela. Pero se la acusa de un delito continuado de parricidio.
Según las imputaciones, Dominique fue dando a luz en solitario a ocho bebés a los que inmediatamente después quitó la vida mediante asfixia. Dos de los cuerpecillos se encontraron en el jardín de su antigua casa, cuando los nuevos inquilinos trataron de plantar un árbol.
Vida tranquila
Los criminólogos suponen que no se deshizo totalmente de los restos de sus hijos, aunque tuvo tiempo y oportunidad para ello, porque quería ser descubierta y recibir castigo por su culpa. En ese sentido, ella ya ha dicho que ahora se siente aliviada. Es la asesina de mayor peso que conocemos: 130 kilos de tonelaje de arqueo. Llevaba una existencia callada, pero muy activa: se ocupaba de su casa y de su familia, y trabajaba fuera como auxiliar de enfermería. Nada más ser interrogada confesó sus crímenes. Los primeros dos enterrados en el jardín de la antigua casa, y los seis siguientes en su nuevo garaje.
Las crónicas periodísticas indican que toda Francia se siente golpeada por la impiedad de esta mujer que ha hecho algo «tan malo y tan grande que es imposible de entender». Y sin embargo resulta algo bien sencillo y fácil, provocado por una sociedad hipócrita, deshumanizada y llena de imposturas. Dominique se quedó ocho veces en estado, sufrió los nueve meses en silencio, como todo lo suyo: la obesidad y el exceso de trabajo, y dio a luz a solas. Sus primeros partos, los de sus hijas vivas, fueron muy difíciles y angustiosos, debido a sus kilos de más. Se supone que los bebés nacieron entre grandes dificultades y dolores.
Además, ella no podía hacerse cargo de más familia. Tenía dos hijas y un marido, con el transcurrir del tiempo, también dos nietos. Su marido aceptaba de buen grado cómo andaban las cosas, pero nadie sabe lo que habría pasado con ocho hijos más: no hay presupuesto que lo soporte.
Nadie hasta ahora ha matado tantos niños seguidos. Es el mayor monstruo de Francia, pero, ésta no es más que una pobre mujer que no quiere perder su estatus ni a su marido. Que se siente obligada a ser hembra placentera con su hombre, por miedo a que la abandone, que se siente feliz con sus hijas vivas y sus nietos y que entiende la ampliación de la familia como un peligro. Dominique, confesado por sus hijas, nunca las juzgaba.
Oculto por sobrepeso
El misterio que aparentemente nadie se explica es fácil de exponer: su obesidad le permitía llevar el embarazo oculto, y su soledad, con su marido continuamente fuera, le permitía traer a los niños al mundo sin que nadie se enterara. Luego volvía el marido, un poco de reposo del guerrero, y vuelta a empezar. Y para monstruos franceses ahí están Landrú o Petiot.
Normalmente pongo en duda los asesinatos que tratan de explicarse por enajenación o locura, pero cuando se trata de madres que matan soy proclive a considerar que en ellas se da, siempre que acaban con sus propios hijos, un trastorno insuperable. Dominique Cottrez es una pobre ama de casa abrumada por su físico. A pesar de sus muchos kilos ha protagonizado una constante vida de superación. Obtuvo el cariño y el respeto de sus seres queridos. Es una mujer explotada, esclavizada por un estilo de vida afortunadamente en vías de extinción: criada, ama de cría, amante y cocinera. Llena de titubeos que acaban en el asesinato, entre sus buenas intenciones y la obligación de no poner en peligro sus relaciones.
Nos llegan noticias de que la investigación determina «que no estamos ante un caso de rechazo al embarazo», puesto que ella era plenamente consciente de cada uno que tuvo. Pues claro, lo de Dominique es un caso evidente de rechazo a perder la paz de su hogar y su sitio en el mundo, aunque sus hijas la ayudaran tan poco a quitar el polvo que nunca encontraron los restos de sus hermanitos en el fondo del garaje, y su marido, el carpintero, al que todo el mundo aprecia, estuviera tan fuera de todo que hasta la policía lo ha dejado libre. Habría que preguntarle si sabe que al tener relaciones sexuales sin protección, las mujeres se quedan embarazadas.
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