María José Navarro
Fachadas por María José NAVARRO
En Ecuador, ese país que conocemos peor de lo que deberíamos, ha habido una revuelta policial con pinta de golpe de Estado y nos hemos llevado un susto de los gordos. De golpe, y nunca mejor dicho, han vuelto esas imágenes a las que hace unos años estábamos tristemente acostumbrados.
Suramérica, que es ese sitio mucho más próximo a nosotros que la mayoría de los países con los que compartimos Unión, lleva unos años de relativa estabilidad si lo comparamos con lo que había antes, pero lo de Ecuador nos ha hecho recordar golpes militares, guerrillas con nombre y fecha, generales con gafas oscuras, bandos, contrabandos e imágenes de matanzas. No es que ahora todo sea perfecto, pero al menos nos hemos acostumbrado a debates políticos en vez de tiros. Más o menos serios o chocantes, pero debates políticos al fin y al cabo.
Es cierto que una se plantea tomarse en serio a un jefe de Estado que viene de visita oficial con jersecito de rayas, o si la presidenta argentina transmite a los mercados internacionales más confianza que Carmen Lomana bailando el fox-trot. Es inevitable pensar en la imagen de Chávez con ese chándal de colores haciendo recuento de votos, que una no sabe si el candidato se presentó a representante del pueblo o a ser elegido la «majorette» más gorda del mundo. Nos siguen llegando noticias sobre acciones militares contra las FARC y el narcoterrorismo, sí, pero la realidad es que sólo el episodio de Ecuador nos ha llevado a ese momento tan antiguo que ya aparecía en los libros de Tintín, en los que los generales Alcázar y Tapioca se disputaban el gobierno de su suramericano país.
Lamentablemente, de la gente de a pie nos llegan pocas noticias y las que nos llegan suelen tener que ver con catástrofes naturales, mineros enterrados y autocares despeñados por las laderas peruanas. No estaría de más que nos hablaran de la vida real de esos países en los que hay pobreza y violencia, sí, pero, sobre todo, una inmensa mayoría de gente que habla bajito y de usted, de amabilidad infinita y sentido del humor cotidiano, músicos mayores que derrochan elegancia y vecinos que pintan las casas de colores para que al resto les sea más agradable pasear por su calle. Y si quieren ver esas casas tan bonitas, por cierto, una buena recomendación es la exposición de fotografía «Cartagena de frente», del colombiano Antonio Castañeda. Y, como está en la Fundación Antonio Saura de Cuenca, de paso van y ven Cuenca, que, como saben, es única, copón.
✕
Accede a tu cuenta para comentar