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Pura decepción

La Razón
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Es decepcionante observar las prebendas de unos y la cobardía de otros, la falta de sinceridad de unos y la hipocresía de otros. Es indignante conocer los privilegios de que gozan los sindicalistas liberados que agitan a los más desfavorecidos, cuando aquéllos están cobrando unos sueldos de vértigo. Madrid ha vivido una semana caótica por la huelga del metro, pero como lo que importa es el fútbol, todo queda opacado. El IVA ha subido, pese a la cantidad de firmas que se han recogido en las calles y en las redes internáuticas, pero la vicepresidenta dice que nuestros bolsillos no lo van a notar; quizá el suyo no, pero que se lo pregunten al resto. Me escribe un lector y amigo, escéptico ya de todo, de vuelta de mil cosas, diciendo que aunque el teórico enriquecimiento de la España material nos llegó a educar a la masa convertida de rústica en urbana en escaso espacio de tiempo, las apariencias han engañado y la realidad canta. Vuelvo de la Galicia de mi infancia, donde el campo, como en muchas otras regiones, se ha convertido en hormigón y cemento, y es que con el paso de los años y de las sucesivas debacles, con la progresiva masificación metropolitana y el correspondiente despoblamiento rural, se ha perdido la idea de austeridad y, con ella, la hermosa visión de aquellos prados donde pacían las vacas rubias, las vacas marelas, mientras orvallaba mansamente, como en «mazurca para dos muertos». Eso ya, querido Miquelo, no lo han conocido los muchachos que hoy están terminando la universidad. Sólo nos queda, mi viejo amigo, un vago sueño de ilusión desesperada.