Italia
«Echo de menos las comedias limpias»
En «Los guardiamarinas», que el viernes regala LA RAZÓN, el actor rodó en el «Juan Sebastián Elcano»
El salón de la casa de sus padres (él obrero de la construcción, ella comadrona) lo presidía un cuadro de la Virgen del Carmen, pero cuando se le daba la vuelta, aparecía un retrato de Pablo Iglesias. Manolo Zarzo no es un Jano de dos caras, como tantos en su profesión y en la mía, pero tiene algo de místico de la honestidad y la bonhomía; es el tipo al que le confiarías tu cartera y tu mujer y al que sin duda comprarías un coche de segunda mano. Es uno de los protagonistas de la película que LA RAZÓN regala el próximo viernes, «Los guardiamarinas», de Pedro Lazaga.–Es una película –me dice– que me trae buenos recuerdos, porque me gusta el mar y pasamos parte del rodaje en el «Juan Sebastián Elcano», desde Málaga a Marín.–Era el año 66, se hacía cine patriótico. ¿Le molestaba?–No. Hice la mili y nunca estuve en contra del servicio militar obligatorio. Es más, yo no lo hubiera eliminado. En la mili aprendí disciplina, responsabilidad, respeto, valores que hoy más que nunca convendría enseñar a la juventud.–Eran películas que hablaban del honor, del orgullo de sentirse español, de la lealtad, de honradez.–Yo echo de menos todo eso y las comedias limpias y amables.–No creo que le falte por hacer ningún personaje...–He hecho de todo, he sido torero, boxeador, juez, médico, militar, cura, policía, pistolero, bueno, malo... En una época hice mucho «spaghetti-western», aquí y en Italia, muchas coproducciones. Tenía gracia: a veces nos juntábamos en una escena tres actores hablando tres idiomas distintos. –Trabajó en «Las petroleras», con Bigritte Bardot y Claudia Cardinale. Decían que se llevaban a matar...–Las dos eran explosivas y tenían mala leche, pero espera más propaganda que otra cosa.–¿A cuál de las dos le hubiera gustado ligarse?–A la Cardinale. Luego volví a trabajar con ella en Italia. Era una belleza impresionante y con el tiempo se hizo una buena actriz. (Zarzo confiesa sin rubor que después de un montón de años sigue enamorado de su mujer, Pilar, y que siempre le ha sido fiel: «No podría mirarla a los ojos si no lo fuera». El pelo blanco y abundante, el bigote canoso, el tono de voz grave, la vehemencia a flor de piel, el crucifijo sobre el pecho, siempre tratando de encontrar un equilibrio entre las ganas de largar sin pelos en la lengua y la necesidad de no cerrarse puertas o de no crearse innecesarios enemigos. Se contiene. Su primer voto, en la Transición, fue para Tierno Galván; luego cambió. Es atlético, pero no antimadridista, «y eso es algo que muchos no entienden»)–Una vida la suya sin escándalos, siempre tan familiar...¿Ha pensado alguna vez si no le ha faltado ruido mediático?–No. Nunca he querido hacer ruido, el escándalo no va con mi carácter. Debe ser por la educación que he recibido. Sólo hubiera vendido mi vida privada por salvar la vida de mi mujer o de un hijo, o sea, en un caso de extrema necesidad. He visto a muchos compañeros que han hecho ruido para medrar. Si no hay calidad detrás del largue, caen. He visto muchos juguetes rotos.–Ha hecho 149 películas. Se supone que es rico...–No lo soy ni por aproximación. Eso sí: no tengo letras, ya está todo pagado. He sido hormiguita, nunca cigarra.–¿El compañero ideal en el escenario o en el plató?–José Bódalo, Agustín González, Alfredo Landa. Y más.–¿Y la compañera ideal?–María José Alfonso, Mari Carrillo...–¿Cómo vivió el franquismo?–Bien. No me pasó nada.–Hubo un accidente que cambió su vida...–El 23 de septiembre de 1960. Fuego en la calle Carretas. La gente se tiraba hasta del quinto piso. Yo recogí a una que se lanzó desde esa altura. Sufrí cuatro fracturas de columna. Estuve dos horas muerto. –¿Ha trabajado menos de lo que quisiera por ser de derechas?–No soy de derechas ni de izquierdas. Pero le diré que me ha decepcionado mucho la izquierda.–Algunos actores dicen que si no eres de izquierdas es muy difícil trabajar.–Es así. Hay un conocido actor que en sus series de TV decide quién trabaja y quién no. Hay muchos que trabajan sólo por ser de izquierdas. A mí el franquismo no me dio nada. Tampoco el socialismo. Lo malo es que te ponen una etiqueta y ya estás crucificado. Y te etiquetan a veces hasta por llevar determinado periódico. Me parece bien que cada uno sea lo que quiera, pero que de las diferencias no emane odio. Que el sectarismo no nos pueda.(Cree que muchos que se dicen de izquierdas no lo son: «Es pura estrategia» Achaca su buen aspecto a los 78 años a los genes, «y a que nunca hice excesos». A veces se levanta cabreado porque se siente en el limbo de los olvidados, «o mejor dicho: siento que desconocen a los veteranos». Pasa mucho tiempo en casa, lee, escucha música, arregla el jardín y el baúl de los recuerdos: «Estoy tirando guiones, revistas, carteles... Fotos, no, me da pena». Ayuda a su mujer en las tareas del hogar. Hace de todo menos planchar. No se cree la edad que tiene. Sólo pide cascar de golpe, rápido, «sin hacer sufrir a nadie»).
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