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A trancas y barrancas por Gonzalo Alonso

La Razón
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El mundo de la música empieza la temporada cabreado. Lo están los directores de las instituciones, los promotores y el público. Los primeros porque les reducen las aportaciones públicas y ya no saben por qué camino tirar para cancelar espectáculos programados con anterioridad. Los segundos porque les han subido el IVA del 8 al 21% y difícilmente pueden repercutírselo a sus abonados. Para colmo, si la venta de sus entradas se realiza a través de la web del INAEM, ven cómo la gente se pierde en ella. ¿Cómo es posible que no se le haya ocurrido al instituto revisar su taquilla por Internet? Los extranjeros no pueden comprar entradas a menos que tengan un móvil español, porque introduciendo uno de fuera se origina un error y la compra no puede efectuarse. No sólo eso, sino que los promotores privados han de competir con el Inaem que, a pesar de no tener un duro, se dedica a organizar conciertos a través del Centro Nacional de Difusión Musical con las mismas agrupaciones que ellos programan pero a la mitad de precio, porque para eso están los fondos públicos.

Los mansos y los bravos
Por si los promotores no tuvieran pocas piedras en el camino, el Ayuntamiento de Madrid prolonga el SER hasta las nueve de la noche. Es inviable aparcar en plazas verdes, porque el espectador no puede salirse de una sinfonía para poner otro ticket. Para los más de tres mil asistentes cada tarde entre las dos salas, hay sólo 200 plazas azules y 450 subterráneas en 400 metros a la redonda. El Ayuntamiento no recauda, los promotores con más trabas y el público, hasta el moño. En las Ventas se ha permitido pagar cuatro horas de golpe en las maquinitas, pero en el Auditorio, no. ¿Es porque los toros embisten y los melómanos son mansos? Se pide que actúe la iniciativa privada y vale que la ley del mecenazgo esté empantanada, pero no añadamos obstáculos.