España
OPINIÓN: Cerebros que vuelan
La oferta de abrir el mercado laboral alemán a jóvenes especialistas españoles no es un acto de caridad. Aunque antes de la visita de Angela Merkel dicha oferta no haya sido expresada de manera oficial, la iniciativa existe desde hace tiempo. Ha estado en repetidas ocasiones presente en la prensa alemana desde su primera mención en el semanario Der Spiegel.
La oferta tendrá, a fin de evitar la ostensible humillación que implica, el carácter de una invitación. Procede de un orbe político desconocido en España. En dicho orbe todavía se cuidan las formas y se cultiva en grado exquisito el arte del trato cordial humano.
La iniciativa es interesante para todas las partes afectadas, empezando por los jóvenes que por fin acceden a una fuente de ingresos. Alemania ha vuelto a niveles de crecimiento superiores al 3% que recuerdan la época de bonanza económica del canciller Kohl. Esto no quita para que sufra una pertinaz carestía de cerebros. Las razones son múltiples. Una de ellas es que también los pierde, debido a las ofertas salariales sumamente atractivas que su personal cualificado recibe del mundo anglosajón, de China y de otras zonas de crecimiento neto. Pero también porque el país no es ajeno a un grave problema generacional. Con frecuencia los representantes del sector empresarial se quejan del bajo nivel formativo de los jóvenes alemanes.
Para España el asunto presenta un doble filo. Por un lado, se introduciría una modificiación a la baja en la tasa del paro, aunque no nos engañemos: tampoco Alemania necesita tanta mano de obra cualificada como algunos han dicho. Por otro lado, es innegable que la salida de especialistas jóvenes constituye un elemento más de debilitación de la economía española, en un país, para colmo, con una tasa de natalidad francamente baja. Que los mejores se vayan mientras gobierna un partido que se dice obrero debería ser motivo de una profunda reflexión colectiva.
Esta modalidad de emigración es muy distinta de aquella de los años 60 y 70 del siglo pasado, la del español semianalfabeto de procedencia rural, sin conocimiento de idiomas, con destino a un trabajo meramente mecánico. Así y todo, el emigrante español ha sido, como el italiano o el portugués, de integración fácil. No aporta hábitos de vida ni prácticas religiosas de problemática integración en la sociedad alemana, no pone en duda los principios democráticos y por eso se le aprecia en Alemania.
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