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«Arietty y el mundo de los diminutos»: Menuda joya

Director: Hiromasa Yorebayashi. Guión: Hayao Miyazaki y Keiko Niwa, según la novela de Mary Norton. Japón, 2010. Duración: 94 minutos. Animación

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Es el modo en que una aguja de coser se convierte en espada o un terrón de azúcar en un botín que endulzará cien tazas de té. La nueva cinta de los estudios Ghibli, escrita por el maestro Miyazaki y dirigida por uno de sus más aventajados discípulos, sabe que lo invisible se transforma en visible relativizando la escala de los mapas, graduando la miopía del que no sabe ver más allá de lo que está a la altura de sus ojos.

Sólo así la confrontación entre lo gigantesco y lo minúsculo podrá derivar en reconciliación. El mundo que propone el filme, de una belleza exultante, es incoherentemente armonioso, y la amistad entre Arrietty, la miniamazona, y Shô, el adolescente con el corazón agujereado, viaja sobre los raíles de lo melancólico. Para la gente diminuta del filme el peligro no está tanto en la Naturaleza o en los humanos como en pertenecer a una especie en extinción. Por eso sorprende que en una obra tan luminosa, tan preocupada por la precisión soleada del detalle, sea la muerte la que ronda a los personajes, la que los corteja fuera de campo.

Es una muestra de la profundidad del cine de Miyazaki y aledaños, que hace pasar por cuentos amables y exacerbadamente líricos lo que son lúcidas reflexiones sobre el sentido de la vida.