Lisboa
Éxito europeo de Merkel
Con toda la razón respiraron ayer aliviados los mercados financieros gracias a la sentencia del Tribunal Constitucional alemán que avala la participación de su país en el rescate de Grecia. Un fallo en sentido contrario o demasiado restrictivo del papel que debe jugar Berlín en esta crisis habría tenido consecuencias desastrosas para toda la Unión. Por eso, es de justicia subrayar que se trata de un gran éxito de Angela Merkel, cuya talla como líder europea se acrecienta pese a que, paradójicamente, en su país haya sufrido algunos reveses electorales. Lo cierto es que el respaldo constitucional ha impulsado con fuerza a la canciller, como se pudo comprobar en la sesión parlamentaria que protagonizó ayer en el Bundestag. En un discurso especialmente vibrante y de calado, Merkel no dudó en erigirse en salvadora de Europa, a la que piensa aplicar las mismas recetas que tan buenos resultados han dado en su país. La fórmula es bien sencilla: consolidación presupuestaria y aumento de la competitividad. Nada de endeudamientos endémicos para hinchar el crecimiento de modo artificial. Y nada, por supuesto, de eurobonos, el bálsamo que reclaman los socialdemócratas, porque «no significan otra cosa que meter la basura bajo la alfombra». Pero Merkel dio un paso más y lanzó una propuesta de gran relevancia: la reforma del Tratado de Lisboa. En efecto, cuando se redactó y se aprobó el texto constitucional europeo nadie sospechaba que una crisis económica podría agravar las deficiencias estructurales de la Unión hasta colocarla al borde de la ruptura. La unidad monetaria se ha revelado insuficiente y si el tratado no facilita que las decisiones económicas sean vinculantes, Europa estará a merced de tormentas aún peores. Como señaló Merkel, si los problemas de un solo país como Grecia han puesto contra las cuerdas a toda la zona euro se debe a que no existen mecanismos constitucionales para evitarlo. Por tanto, sería suicida no tocar el Tratado de Lisboa por un miedo reverencial. La conclusión es que si fracasa el euro, fracasa Europa. De ahí la importancia que adquieren las reformas de más alto rango legal que ya ha puesto en marcha España y que imitarán Italia y Francia para impedir que el déficit y el gasto de las administraciones públicas se desboque. Es decir, para que los gobernantes de hoy no traspasen la crisis y los problemas a las generaciones siguientes. No cabe duda de que las recetas de la canciller alemana son las correctas para salir de la crisis, aunque sean dolorosas y tengan de arrancada un coste social. Pero no hay coste social más dañino y gravoso para un país que un paro del 20% de su población activa al que resulta imposible combatir sin estimular el crecimiento económico. Es cierto, como señaló Merkel ayer, que de esta crisis o salen todos los países de la Unión o no sale ninguno, incluida la locomotora alemana. Razón de más para acentuar las políticas vinculantes y para que cada país asuma su responsabilidad. En este punto, el Gobierno español aún deberá hacer esfuerzos suplementarios para recortar el déficit y ganar en competitividad mediante una reforma laboral más profunda, ambiciosa y eficaz.
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