Cataluña
Vives contra el victimismo catalán
Jaume Vicens Vives fue un hombre optimista. Consciente del poder de las élites en la historia de España y la de Cataluña, su enorme magnetismo personal estaba moldeando a una generación de jóvenes dispuestos a enderezar el rumbo de su país tras la muerte de Franco.
Asumió como propia esa encomienda, la de llevar a España y a Cataluña hacia el mundo moderno. Con una premisa básica: «Cuestionar lo establecido», según resumió ayer John Elliott.
El hispanista premio Príncipe de Asturias conoció hace medio siglo a Vicens. «Me pareció un hombre muy inteligente, si bien tal vez demasiado seguro de sí mismo. Y tan optimista que en ocasiones rayaba en la ingenuidad», dijo ayer en la clausura de los actos de homenaje por el centenario de su nacimiento que fue presidida por el Rey Juan Carlos, que calificó al pensador de «excelso catalán». Incluso en los tiempos en que la opresión de la dictadura sobre el mundo académico «se hacía insoportable», Vicens buscó la adaptación al sistema, la decisión consciente de trabajar dentro del mismo para cambiarlo.
Agfán iconoclasta
Y ese fue su gran acierto, según Elliott, porque «con gran afán iconoclasta, logró transformar para siempre la fisionomía del relato histórico». El joven Vicens llevó a cabo una «confrontación con la historiografía nacionalista forjada durante la ‘‘Renaixença'' que todavía predominaba en los años treinta». ¿ Y en qué consistió? «A medida que fue involucrándose en controversias, calificó a los defensores de esa tradición dentro de un grupo que llamó de ‘‘románticos'', que ofrecían una lectura distorsionada del pasado catalán. Él tenía una visión más amplia sobre su implicación con la Península, en contra de los que se situaban en una visión victimista. Estaba en desacuerdo con todos los que tendían a culpar al resto del mundo de las desgracias de Cataluña», afirmó el hispanista. Para el autor de «Cataluña en el siglo XIX», la historia de la comunidad «pedía a gritos una revisión conforme a los criterios más modernos: que la historia de las civilizaciones se construye a partir de una serie de desafíos ante los que las sociedades responden o no responden».
La actualidad de Vicens, dijo Elliott, es que demostró que las naciones necesitan «cuestionar su historia, aunque pueda parecer una amenaza. Una sociedad demasiado limitada por por el pasado no está preparada para asumir el futuro». Aunque ese cuestionamiento de la historia, real o inventada, entrañe riesgos que puedan hacer «derrumbar el edificio, la inacción es más peligrosa. Vicens lo hizo por temperamento, por vocación profesional, y por un profundo sentido del deber patriótico».
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