Historia

Libia

La cabra de la Legión

La Razón
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A los pocos días de comenzar las hostilidades en Libia, la aviación y los «Tomahawk» norteamericanos ablandaron casi por completo la resistencia de Gadafi y pusieron al dictador contra las cuerdas. Parecía cuestión de horas que el sátrapa asomase por la ventana en pijama, con una bandera blanca en la mano, razonablemente convencido de que cualquier intento de resistir sólo podría conducirle al suicidio. Surgen entonces las desavenencias entre los aliados; los norteamericanos se lavan las manos, ceden el mando a los europeos y cuando nadie lo esperaba, Gadafi se recupera de su postración y pasa al contraataque, recuperando buena parte del territorio perdido en los primeros combates. ¿Qué ha pasado? Lo de siempre: que Europa se presenta con mil caras, dos mil gestos donde sea que se requiera su presencia. En el frente político no hay una postura común definida y cada país salva su culo como puede; en el terreno militar, el fiasco es absoluto y se demuestra que Europa sólo es capaz de unirse para organizar la corrupción y perder las guerras. Hay descoordinación en el mando, recelo entre los aliados y, por lo que reconocen los mandos militares, una evidente falta de medios materiales adecuados al fin que en teoría se persigue. Es ahora cuando los ciudadanos europeos se preguntan en qué manso estaría su destino en el caso de tener que defenderse de un ataque exterior, de paso que también admiten que sin la determinación militar de los Estados Unidos, lo único que se conseguirá en Libia será prolongar la guerra, causar la natural desmoralización de los rebeldes y ayudar a Gadafi a eternizarse en el poder. Piensa uno ahora en la vistosa diversidad de los uniformes militares europeos y se da cuenta de que entre nosotros el diseño se ha impuesto sobre la eficacia, de modo que hemos concebido unos ejércitos con los músculos de mazapán, pensados más para el desfile que para la lucha. Europa está gobernada por una casta de burócratas sin agallas y atenazada por sus contables. A mi me da mucha pena por los rebeldes, que se habrán dado cuenta de que Europa ya no está en condiciones de inclinar la guerra de su parte. Hasta es probable que esa muchedumbre aterida de miedo y mal armada piense que la guerra les iría mejor si no fuese por los perjuicios que les causa ese grupo de países europeos que en teoría les ayudan. Imagino la alegría de Gadafi al darse cuenta de que Europa es apenas un recuerdo histórico y un concepto literario, un grupo de países sin dignidad y sin garra, un puñado de ejércitos descoordinados y desiguales en los que solo conserva sus agallas la cabra de la Legión.