Barajas

Profesionales al límite

Prosefionales al límite
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Sara, oncóloga radioterápica
«Debes aprender a enfrentarte a la muerte»

Convive con el sufrimiento y en ocasiones la muerte. Muchas vidas dependen de las decisiones de Sara. «Cuando las cosas no van bien, los tratamientos no son eficaces y la enfermedad sigue su curso, se producen situaciones verdaderamente horribles. El contacto con el dolor, familias destrozadas, es algo a lo que debes aprender a enfrentarte a diario». En oncología radioterápica, la especialidad de esta joven, se intenta establecer un equilibrio entre el control de la enfermedad y la toxicidad de la radiación, pero antes, hay que superar la angustia inicial con la que el paciente se presenta en consulta, la multitud de pruebas, la demora en algunas de ellas... «Son muchos pacientes los que ves a la semana, y es una tarea estresante», añade. Además, el diagnóstico genera la ruptura con su vida personal y profesional, asumir la noticia de cáncer, enfrentarse a un posible descenso en su esperanza de vida, muchas veces en pacientes muy jóvenes. Una carga emotiva «que comparten contigo y la debes saber comprender».
 

Alfredo, policía
«Llevar una pistola encima es mucha responsabilidad»

Corre, tus compañeros tienen la pistola en la mano!» Gritó un joven. Alfredo corrió a su encuentro. El robo de una moto fue el origen de la escena. Cuando llegó al lugar, un hombre sacó una navaja y Alfredo desenfundó su arma. En lugar de achantarse, el presunto ladrón se abrió la camisa y señalando su pecho espetó: «Venga, dispárame hijo de...». Así es un día cualquiera para este policía. 24 años de ejercicio, 24 horas al día. «Cuando vas a intervenir nunca sabes lo que te vas a encontrar. Desde la llamada al 091 hasta la gestión y la comunicación de la situación, es un estrés y ansiedad continuos. Robos, asesinatos, suicidios... Llevas una pistola en el cinturón y es mucha responsabilidad. Tienes que tomar decisiones en décimas de segundo y hay que tener mucha calma mental para sobrellevarlo». Sin embargo, no reciben formación específica para estos casos. «No habría psicólogos suficientes para todos, aunque sería bueno en ocasiones puntuales. La formación es la que tienes, lo demás te lo da la experiencia y el día a día».

Juan Carlos, minero
«No duermo pensando que tengo que volver a bajar»

El gas grisú de las minas de carbón amenaza su vida todos los días. Una mínima grieta puede acarrear el peor de los desenlaces. Juan Carlos, lleva 20 años enfrentándose a la muerte, al miedo y al estrés. Es barrenista, es decir, hace los túneles en la roca para obtener el carbón, una de las profesiones más duras en la mina. «Hay veces que trabajas en puntos muy peligrosos y cuando llego a casa no puedo dormir pensando que al día siguiente debo volver a bajar a esa zona». La oscuridad y la profundidad en la que realiza su labor favorecen todavía más la ansiedad. «Con 42 años uno no suele pensar en morir, sobre todo porque mi padre y mi hermano también se han dedicado a este oficio y estoy acostumbrado, pero es un riesgo que corremos cada vez que bajamos. Sobre todo pienso en mi mujer y mis tres hijos. Y también están los compañeros, ya que dependemos unos de otros y eso genera mucha tensión. Son muchas vidas las que están en juego ahí abajo y es una gran responsabilidad que llevas continuamente encima».
 

Alberto, ejecutivo senior
«Renuncias a tu vida por un sueldo»

Alberto Íñigo, ejecutivo senior de 28 años, trabaja en la división española de una de las grandes entidades norteamericanas, y asegura que «renuncias a tu vida por un sueldo muy alto y son pocos los que se dedican durante un largo plazo de tiempo a este negocio». «Las cláusulas de confidencialidad son brutales y estás permanentemente vigilado por tus superiores para evitar que se produzcan filtraciones», asegura el ejecutivo. «Lo peor viene cuando se acerca el cierre de una operación importante, es imprescindible cumplir los plazos que pide el cliente», añade este ejecutivo. «No existen horarios, un retraso o un error de cálculo puede provocar pérdidas millonarias y dar al traste con una fusión de varios cientos de millones de euros». «La presión llega a ser asfixiante cuando ves que no llegas, que vas a tener que decirle a la empresa que tendrá que darte algo más de tiempo. He llegado a estar cuatro días seguidos sin dormir», señala el joven.
 

José Ángel, controlador aéreo
«Estuvieron a punto de estrellarse»

Una masa de nubes impedía a una avioneta realizar el descenso. Era domingo por la mañana y José Ángel tuvo que tomar una decisión en apenas unos segundos. A punto de estrellarse con un avión que salía de Barajas, este controlador vivió una de las acostumbradas situaciones límite. «Informé a la cabina de que debía descender, pero me respondían que con el mal tiempo no veían. El avión de Barajas iba justo de frente y se iban a estrellar». El desgaste físico y mental de estos profesionales es grande debido en parte «a la acumulación de horas y y el poco descanso. Intentas tomar la decisión menos mala para ganar tiempo y tienes que interpretar las normas con la mayor flexibilidad posible, si no, puedes sufrir un ataque de ansiedad o angustia». El temor a las consecuencias está presente, pero si persiste, José Ángel lo tiene claro, «te puede superar y paralizarte, y sólo tienes tres segundos para tomar una decisión. Si te vence el miedo debes dejar esta profesión».
 

Miguel, profesor
«La pasividad de los alumnos es desesperante»

La de profesor es una de las profesiones más castigadas. Sufren el acoso por parte del alumnado, incluso de los progenitores. Se les pierde el respeto... Pero la rebeldía no es siempre la que altera una clase y el orden. En ocasiones, es precisamente lo contrario, «la pasividad de algunos alumnos es complicada de atajar». Miguel, tutor en un colegio de 25 chavales de secundaria, lo sabe bien. Su intento por ayudar a sus alumnos hace que se lleve el problema a casa. «Les da igual lo que hagas o les digas. Es una lucha diaria desesperante. No puedes desconectar, piensas de qué forma podrías ayudarles. Empatizas y te imaginas qué harías tú en su lugar. Además, tienes que controlar que ese foco de pasividad no se lleve a los demás compañeros por delante». En periodos de evaluación la cosa se complica. Poner a prueba a los jóvenes, corregir exámenes... «En esa época estoy más nervioso, me cuesta conciliar el sueño, voy algo alocado y como más por la ansiedad».