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La cesta de agua
Vamos acercándonos po-co a poco, pero con paso firme, al 20-N. España confía en que, a partir de esa fecha, gane quien gane, la cosa vaya mejor: la cosa económica, la cosa política, la cosa social, pero hay algo que debiera preocuparnos porque a todos nos concierne, y es el hecho de que, para entonces, el «caso Faisán» siga siendo como agua en un cesto de mimbre, o sea, que se escapa por todas las rendijas, a partir de ese apaño de Bermúdez y esa maniobra del Pleno de la Audiencia revocando el procesamiento de la cúpula de Interior, dejando que el juez Ruz siga investigando el caso del «chivatazo» a ETA para entretenernos y distraernos. Eso y nada es todo uno, porque lo grave, lo gravísimo, es que estamos ante un candidato, Rubalcaba, ministro del ramo en aquel momento, que sería responsable máximo de los hechos y, por tanto, colaborador de la banda terrorista. Cabría la posibilidad, entonces, de tener un presidente del Gobierno que facilitó a los asesinos el cobro por extorsiones, las detenciones in fraganti de la Policía y que podría continuar en esa línea de actuación. Teniendo esto en cuenta, ¿no sería imprescindible dilucidar este asunto antes de acudir a las urnas? Es probable que para el propio candidato fuera beneficioso, porque si son infundadas las acusaciones que recaen sobre los responsables de la seguridad del país, los posibles votantes irían con su papeleta con más motivos para elegir sin dudas al que manejará las tripas de España durante los próximos cuatro años, que es algo muy serio y que determina el bienestar de unos y de otros. Permitir que el «caso Faisán» continúe siendo como una cesta de agua es un hecho que genera angustia. A unos y a otros.
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