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Todos iguales ante la Justicia por José Antonio Vera

La Razón
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La La defensa del juez Garzón, así como los grupos de seguidores que le jalean en la calle, pretenden una cosa que es imposible en democracia. Pretenden la impunidad del magistrado por el simple hecho de serlo, por llamarse Baltasar y apellidarse Garzón, por llevar sobre sí la aureola de juez presuntamente de izquierdas perseguidor de la corrupción (de la derecha). Si hay justicia en España, y este servidor piensa que la hay, Garzón debe sentarse en el banquillo y someterse a las acusaciones que pesan contra él por vulnerar la ley. Primera diferencia. Matas se ha sentado en el banquillo igual que Camps y que en su día Juan Guerra, y que mañana Urdangarín. Ante la Justicia, todos debemos ser iguales. Pero resulta que no. Garzón no es igual porque ayer no se sentó en el banquillo de los acusados durante la primera parte del juicio, sino que se puso la toga y se ubicó junto a su abogado en un estrado. ¿Por qué esta diferencia? Su señoría tiene el mismo derecho a la defensa que cualquier ciudadano de a pie, pero no debería tener ni un solo privilegio más que los demás. Es decir, si ha llegado al juicio es porque los tribunales han visto que hay materia para juzgarle. Y una vez que se llega a la vista oral, su situación no puede ser mejor que la de cualquier ciudadano de a pie, por el hecho de ser juez y de llamarse Garzón. La defensa del juez satelital, en su argumentación para exculparle, pide que se escuchen las cintas magnetofónicas que ordenó grabar a los abogados de los presuntos delincuentes de la trama corrupta Gürtel. Mal asunto, porque si el derecho a la defensa lo consagra la Constitución, ningún juez debe saltárselo a la torera, por mucho que se llame Garzón o como quiera.