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Laponia: Sin miedo al frío

Hogar de los sami, reino de Papá Noel y escenario de alucinantes auroras boreales, Rovaniemi es conocida como la puerta de Laponia que se abre generosamente para aquellos que quieran adentrarse en el fascinante mundo del Círculo Polar Ártico, denominado «Napapiiri» por los fineses 

Laponia: Sin miedo al frío
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En invierno la luz es escasa, apenas dos horas de claridad, suplantada por la luminosidad de la nieve y el espectáculo casi irreal de las auroras boreales «revontulet» (fuegos de zorro). Lo que era en un principio un pueblecito de madera donde cazadores y aventureros del norte repostaban, tras su destrucción en la guerra por el Tercer Reich, Rovaniemi se convirtió en 1960 en una ciudad moderna edificada bajo las directrices del famoso arquitecto finlandés Alvar Aalto, emulando el asta de un reno.

Y es que los renos y los huskies son los protagonistas de Laponia. Es curioso partir hacia un safari polar a las nueve de mañana en plena oscuridad, llegar a la granja de huskies de ojos azules que brillan como centellas y aún de noche adentrarse en los bosques, cuyos pinos rebosantes de nieve forman esculturas singulares, a esperar el amanecer deslizándose en los trineos que los perros conducen con maestría entre la espesura.

con una familia Sami

La excursión es sólo un aperitivo de la siguiente visita a la granja de renos donde una familia Sami espera al lado de sus renos para descubrir los visitantes la seductora Laponia invernal. Durante la travesía reina el silencio, apenas roto por el monótono sonido del trineo al patinar en el hielo. Son las once de la mañana y el sol se abre paso entre las nubes haciendo que la postal invernal cobre fuerza y color con su luz. Las motos de nieve cruzan veloces entre los árboles y de vez en cuando saluda algún esquiador de fondo que se ha despistado de su grupo y disfruta de la soledad de los parajes nevados.

Es muy agradable hacer un alto en el camino y entre una excursión y otra entrar en alguno de los muchos refugios para calentarse al lado del fuego y saborear una buena taza de té escuchando las leyendas que se cuentan alrededor de la hoguera. Pero para saber más sobre el Círculo Polar Ártico resulta imprescindible adentrarse en el Centro de Arktikum, en el corazón de Rovaniemi, ya que ofrece un auténtico viaje por las regiones árticas; la vida de los Sami, el desarrollo de Rovaniemi, las Auroras Boreales y un cielo con más estrellas que ninguno que se puede observar a través de la bóveda de cristal del Arktikum.

Tampoco se debe obviar la visita al Zoo de Ranua, donde entre hielo y nieve se podrá pasar un buen rato en compañía de algunas de sus cincuenta especies boreales; el resto hiberna amorosamente acurrucado en su madriguera hasta que mejore el tiempo.

En Pöykkölä, todos los inviernos se levantan dos iglús que se derretirán con la primavera. A base de hielo y nieve (con cerca de 150.000 kilos) surge esta impresionante estructura que alberga un restaurante esférico con capacidad para 270 comensales. Las mesas son de hielo, el bar también y hasta los asientos son gélidos bancos cubiertos por pieles de reno. A una temperatura interior de tres grados bajo cero se agradece la sopa de pescado humeante y calentita y el delicioso estofado de reno que le sigue. Al salir del iglú los destellos de una fogata brillan en la noche imantando a la gente que se guarnecerá a su vera confiando que el firmamento se vista de verde, violeta y hasta bermellón cuando los primeros rayos de las auroras boreales iluminen el cielo. El espectáculo es indescriptible y mágico.

No se puede abandonar Rovaniemi sin haber visitado a Santa Claus. En este pequeño pueblecito se halla su fábrica de juguetes y su hogar; no en vano desde allí contesta las más de 600.000 cartas que recibe anualmente. Sus mágicos duendes le ayudan y también instruyen al visitante en el complicado proceso de llegar a ser un buen duende: silencioso, sagaz y eficiente. Una vez aprobado el examen para la licenciatura de duende, el viajero sale de Santa Park con un diploma, un autógrafo del mismísimo Papá Noel y con muchos años menos, pues dicen los duendes que quien cruza la línea del Ártico Polar, situada en el pueblo de Papá Noel, rejuvenece.