Londres

Chelsy la otra Sarah Ferguson

Una vez que el príncipe Guillermo ha dejado de ser el soltero de oro de las monarquías, todas las miradas se centran ahora en su hermano Harry. Lo cierto es que poco tienen que ver. El duque de Cambridge es serio, disciplinado y responsable.

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Harry, sin embargo, siempre ha dado suculentos titulares a la prensa sensacionalista por sus interminables fiestas salvajes. Con el estilo de sus respectivas parejas pasa lo mismo. Catalina es la imagen de la perfección, pero Chelsy Davy es una joven alocada a la que pocos ven siguiendo los cánones establecidos por la realeza. Durante los actos en los que se las ha podido ver juntas, han sido comparadas con Diana y Sarah Ferguson, respectivamente. Había mucha expectación por ver a la surafricana en el gran enlace, pero Chelsy pasó inadvertida tanto durante el día como por la noche.

Nadie sabe muy bien en qué punto se encuentra su relación con Harry. Clarence House nunca ha dado explicaciones sobre la vida privada de los herederos, pero su noviazgo siempre ha sido seguido por los rotativos. Después de cinco años de amor –con pausas incluidas–, la pareja decidió poner punto final a su relación el pasado verano. Ella se marchó a su país y él se centró en su carrera militar. Pero en septiembre, la joven volvió a la capital británica para trabajar en un famoso bufete de abogados y comenzaron de nuevo los rumores sobre una reconciliación.

La hija de «Miss Coca-Cola»
En los mentideros se asegura que comenzaron a verse cuando Guillermo y Catalina anunciaron su compromiso. En la boda, los dos se cuidaron mucho de no aparecer juntos, pero sí se vio a Chelsy abandonando el Palacio de Buckingham en el mismo coche que llevaba a las princesas Beatriz y Eugenia. La pregunta es: ¿será ahora ella la nueva Catalina? Reino Unido estaría encantado con otro enlace real, pero es muy complicado que la surafricana llegue a gustar a los británicos como la esposa de Guillermo. Es cierto que las dos son plebeyas, pero sus parecidos no dan para más.

A priori, Chelsy cuenta con muchos obstáculos para obtener el beneplácito del pueblo. Empezando por su nombre y terminando por su comportamiento en los pubs más exclusivos. Los nuevos ricos ponían hace tiempo «Chelsy» a sus retoños, pero ahora el nombre suena en los supermercados más alejados del centro. Su fama de fiestera tampoco gusta, aunque sólo una chica «salvaje» como ella podía seguir el ritmo del príncipe.

Su familia tampoco ayuda a mejorar la imagen de ella. Las malas lenguas aseguran que el único logro de su madre, Beverley, es el de haber sido Miss Coca-Cola de la entonces Rhodesia y aparecer en todos los camiones. Su padre, Charles Davy, un hombre que se ha hecho millonario con safaris de lujo, tiene negocios con hombres muy próximos al dictador Mugabe que de vez en cuando han salido aireados en la prensa. En definitiva, Chelsy podrá conquistar una vez más el corazón de su príncipe, pero para los británicos sólo hay una Catalina.