Irak
Turquía saca toda la artillería
Erdogan responde a la muerte de 26 militares turcos a manos de los terroristas del PKK con una amplia ofensiva en el Kurdistán iraquí
ISLAMABAD- La muerte de veintiséis soldados turcos en una cadena de ataques en la frontera iraquí reabrió ayer las heridas de un viejo conflicto que permanece latente. Los ataques perpetrados por el grupo terrorista del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) se llevaron a cabo en ocho puntos diferentes de las localidades de Cukurca y Yüksekova, en la provincia de Hakkari, donde se sitúan varios puestos fronterizos de la gendarmería turca.
Se trata del segundo peor ataque contra el Ejército turco desde que en 1984 el PKK inició su lucha por la independencia de la parte kurda (este y sureste) de Turquía. En 1993, los rebeldes mataron a 33 soldados desarmados en el momento en que se trasladaban de una zona a otra.
Las Fuerzas Armadas turcas no tardaron en reaccionar y un batallón formado por entre 600 y 1.000 soldados penetró por la frontera iraquí en la provincia de Dohuk para lanzar una operación terrestre de gran envergadura contra las bases del PKK. También, la aviación turca bombardeó a los rebeldes en el norte de Irak, sobre todo en la región de Qandil, principal bastión del grupo independentista kurdo.
La ofensiva del Ejército turco, que se alargó durante horas, dejó un balance de cerca de 50 muertos, según confirmaron fuentes del PKK a la cadena qatarí Al Yazira. El presidente turco, Abdula Gul, amenazó ayer con devolver el golpe. «La venganza» turca por el ataque del grupo armado PKK será «grande y múltiple», advirtió Gul en su intervención oficial. «Quienes declaran la guerra al Estado turco y quienes utilizan las armas no llegarán a ningún sitio», insistió el presidente de Turquía.
El primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, que tuvo que cancelar ayer un viaje que tenía previsto a Kazajistán y convocar una reunión de la cúpula de seguridad, elevó el tono belicoso. «No daremos un paso atrás y no cederemos un milímetro del territorio de este país. Esto debe saberlo el enemigo», dijo el primer ministro turco.
Desde hace unos meses, las autoridades turcas estaban preparando una nueva estrategia militar para combatir a la guerrilla kurda, que ha intensificado sus ataques tras un periodo de calma relativa. Entre las acciones previstas habría más ataques aéreos, incursiones terrestres en la frontera con Irak, –algo que no ocurre desde 2008–, y el despliegue de grupos de élite de la Policía turca. A finales de agosto, el primer ministro turco avanzó que «se nos ha acabado la paciencia. Se acabó el tiempo de hablar, ahora toca actuar». Aquellas palabras amenazantes de Erdogan pusieron fin a las negociaciones secretas que mantenía Ankara con el líder encarcelado del PKK, Abdula Ocalan. Y también terminaron la apertura prometida por el Ejecutivo turco a los 14 millones de kurdos que viven en el país.
Los kurdos demandan una nueva Constitución, más democrática, que sustituya a la actual, redactada por los militares en 1982. La principal exigencia es la de abolir el carácter étnico turco que impone la Carta Magna, en el artículo 66. En él se define a los ciudadanos del país como «turcos», lo que deja al margen a la comunidad kurda, así como a otras minorías, como la griega, la armenia o circasiana.
Sin embargo, ahora las cuestiones militares se imponen a las reformas políticas, por lo que la consulta popular para elaborar una nueva Constitución se retrasará, probablemente, de su fecha prevista para dentro de nueve meses.
Los kurdos, un pueblo apátrida
El kurdo es un pueblo sin patria. Desde hace 2.500 años viven en la zona del Kurdistán (su superficie abarca Turquía, Irán, Irak y Siria y cuenta con importantes yacimientos petrolíferos y de gas natural). El PKK, el partido más fuerte de los kurdos, comenzó en 1984 un guerra de guerrillas para reivindicar un Estado propio. Desde 1995 organiza un Parlamento kurdo en el exilio.
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