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Bruce está con Hollande

Esta noche empieza su gira europea en Sevilla con un aforo máximo de 35.000 y sin todas las entradas vendidas

Bruce está con Hollande
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Intenso incluso en las pruebas de sonido, Bruce Springsteen, arropado por la Banda de la Calle E, ensayó durante casi hora y media en el Estadio de la Cartuja de Sevilla en la víspera del arranque de su nueva gira europea. Sin temor a enseñar sus trucos de sumo sacerdote de masas, se paseó con botas y vaqueros, enfundado en una «t-shirt» negra que contestaba al carné de sexagenario. Al icono de «drugstore» y carretera americana aún se le sostienen los músculos y el culo le aprieta. Sobre un escenario menos apabullante que el de la anterior visita y a más de 35 grados de temperatura, el músico puso orden entre los suyos. Se agarró a la vieja telecaster amarilla para entonar «We take care of our own», «My Hometown» o «Thunder Road», ese rock de hormigón que ahora enriquece con metales y coros gospel, amén de los fondos de teclados de Roy Bittan y la guitarra del saltarín –e invitablemente orondo; aquí el tiempo no está de su lado– «Little» Steven. Parte de la legión de periodistas extranjeros ejercían de «envidiados especiales»; la reportera francesa de «Paris Mach» incluso se echó a la mochila su vinilo ochentero de «The River» por si el cantante tenía ocasión de firmárselo; los italianos le preguntaron por su abuelo de Sorrento y la llegada del primer «springsteen» a la América emergente; y los locales, los de la Prensa sevillana, estaban dando saltos o moviendo los pies desde el primer guitarrazo. Una de las esquinas del estadio incorpora un hotel con vistas al escenario. Hasta allí saludó Springsteen a la veintena de «colados» que había jaleando sus canciones aprovechando el truco de meterse en el establecimiento hotelero y pegar la nariz junto a los ventanales.

El músico llega a Sevilla después de cerrar su gira americana, que lo ha mantenido ocupado entre marzo y mayo. Allí su énfasis político ha sido notable y la testarudez de sus opiniones, amablemente contestatarias, surgieron de nuevo ayer ante las preguntas de la Prensa. Bruce Springsteen ejerce, quizá por conciencia o por edad, como referente-rock ante la crisis, palabra muy repetida en su comparecencia sentando a pie de escenario sobre un bafle y sin micrófono. Por la mala organización del encuentro, los compañeros de los medios lanzaban preguntas, como si se tratara de una persecución de «prensa rosa» en una estación de tren o en un aeropuerto español.

Desde esa simplicidad y siempre con una expresión amable en la cara, sonriendo, Springsteen cargó contra los responsables de la crisis, la clase política, los empresarios y llamó a controlar a la economía como generadora de riqueza y empleo, no dejando al albur de la desregulación el futuro de las naciones.

Después de apoyar la continuidad de Obama, ofreció algunos detalles someros sobre la situación europea y se mojó con el cambio francés: «A mí me parece una buena elección, creo que podrá ser bueno para Europa». Esta posición de Springsteen ya la ha señalado durante los últimos meses, y hoy, al comienzo de su gira europea se muestra dispuesto a reafirmarla. Tras el concierto sevillano, la banda irá a Canarias, Barcelona, San Sebastián y Madrid. Springsteen, además de un músico al que se le rinde reverencia, es una multinacional con esqueleto. Y cuando se le pregunta por preferencias concretas de su periplo europeo, rechaza significarse y apela a que tenemos una talla global donde todo se puede disfrutar. Incluso se puede disfrutar esa condición de rockero invencible al tiempo cuando ya han fallecido dos compañeros de la E Street Band; el último, el insustituible Clarence Clemons, el pasado verano. Aclararando por qué su mujer, la corista y guitarrista de acompañamiento, Patti Scialffa, no le acompaña, Springsteen, con sus zarcillos y sus gafas oscuras, desveló su momento vital. «Mis hijos ya han crecido.

Sin tópicos
El último que queda en casa volará para estudiar el año que viene. Y ella, como yo, tiene ganas de tener nuestro tiempo para nosotros. Sepan ustedes que mi ocupación favorita es dormir». Pese a la desorganización reinante, Bruce atendió durante diez minutos y al menos en ese tiempo se contuvo de hablar de la paella, los toros, el gazpacho y el flamenco. Sí opinó del clima, recordando algunas temporadas en la costa oeste estadounidense de calor seco, que sin embargo, no le desagrada ni le afecta para entregarse al público. Sin extravagancias ni signos evidentes de divismo, Springsteen abandonó el estadio de Sevilla hacia las nueve de la noche.

En la puerta ya esperaban los primeros incondicionales, que haciendo guardia con los guardacoches y la seguridad, miraron su furgoneta tintada como se observa un monumento en movimiento. Después de dormir en el lujoso hotel Alfonso XIII –gestinado por la cadena americana Starwood Luxury Collection– Springsteen vuelve a Europa por Sevilla. La organización prevé más de tres horas de show. Conforme pasan los años, parece más agarrado a la sentencia del guitarrista de los Rolling Stones, Keith Richards: «Sacaré al grupo de gira incluso cuando todos tengamos que ir en silla de ruedas».


¿Entradas para proletarios?
Viene con los ánimos encendidos y el alegato por los más desfavorecidos, con himnos que tienen resonancias de Woody Guthrie. El de Nueva Jersey trabaja duro en sus conciertos, es bien conocido que se entrega durante más de tres horas en cada plaza que visita. El espectáculo está asegurado, y quizá por eso sus entradas no están a precio de clase proletaria. Un mínimo de 65 euros y un máximo de 83. Por eso sus giras son una jugada segura.


Tres noches históricas
- 21 de Abril de 1981. El primer concierto del de Nueva Jersey en España fue memorable. Sólo hubo 7.000 personas, pero las crónicas hacen llorar.
- 9 de Abril de 1999. Otra vez Barcelona, la ciudad de España en la que más veces ha actuado, 17. Esa noche regresaba con la E Street Band.
- 19 de octubre, 2006. Plaza de Toros de las Ventas. Llovió, pero el público aguantó tres horas embarrado en la arena del coso taurino.