Feria de Bilbao

Héroes en el infierno

- Madrid. Tercera de la Feria de Otoño. Se lidiaron toros de Gavira, de mal juego, difíciles y deslucidos. Y un sobrero, 1º, de Lozano Hermanos, malo. Lleno en los tendidos.- Iván Fandiño, de verde y oro, buena estocada (saludos); pinchazo, media, descabello (silencio); buena estocada (oreja). - David Mora, de verde manzana y oro, tres pinchazos, descabello (silencio); pinchazo, media, tres descabellos (silencio); buena estocada (vuelta al ruedo).

Iván Fandiño, en la brutal voltereta que sufrió al entrar a matar al quinto toro ayer en Las Ventas
Iván Fandiño, en la brutal voltereta que sufrió al entrar a matar al quinto toro ayer en Las Ventaslarazon

Se perfiló en la suerte suprema. Todo estaba por llegar. Era el último toro del mano a mano para Iván Fandiño. Más de 600 kilos del Gavira cuesta arriba, montado de principio a fin, y así lo encontró el torero vasco cuando montó la espada. La testuz a la altura de la vista. Visión tremebunda cuando hay que cruzar la suerte. Cerrar los ojos, tirarse encima, aventurarse a la batalla. Pasar por el infierno y quedarse. Eso es lo que hizo Iván al irse recto detrás de la espada, sin ventajas, alarde de héroe de otra época, de un amor propio y un sentido del honor apabullantes. En ese encontronazo fatal, en el instante de apretar los ojos a fuego en el envite; tibio en la teoría, brutal en la práctica, quedó Fandiño arrebatado del genio del toro, prendido por la barriga y deshecho sobre la tierra de Las Ventas. El milagro fue verle levantarse, segundos después, como si nada hubiera pasado. Con el vestido hecho jirones, pantalones vaqueros incluidos, y colmado al pasear ese trofeo. Se lo trabajó antes, lo sudó, tragó para hilvanar al toro, siempre, atacando la embestida, e intentando suavizar la violencia cuando el animal acudía.

Pasamos miedo
Se iba con el cuerpo maltrecho y la frente bien alta. Ni el sobrero de Lozano Hermanos, que salió en primer lugar, le dejó un rincón para el toreo. Olvídate. Y eso que Mora y Fandiño pusieron sobre el albero la rivalidad del mano a mano. Quite volcánico de Mora y réplica de Fandiño. Soltaba la cara el toro, reponía por dentro... Un asco. El espadazo dignificaba su paso por Madrid. El tercero, de aparatosos pitones, sacó todo lo malo de pronto. A lo bestia, andarín, sin humillar, arrollando, acortando terrenos, cuando éstos ya eran inverosímiles. Se justificó Fandiño. Lo resolvería después.

Miedo pasamos con el sexto. Un cabrón en todo regla que embestía al pecho sin consideración. Se puso Mora en el centro del ruedo, la muleta en la diestra, y a esperar esa embestida como un tren sin carril, sin buena fe. Salvó la primera tarascada, sufrió la siguiente, y al cuarto envite padeció en las carnes un volteretón. Sabía él que el toro era así, y media plaza. De ahí el mérito. Tan consistente, tan puro David Mora, tan de verdad, que el temor nos hizo presa hasta cerrar la plaza. Y todavía aún de pensamiento tiende uno a echar el cuerpo para atrás. Impresionante actitud... ¿Quién dijo miedo? Se lo tragó sorbo a sorbo, dando el pecho, el concepto de toreo como si el Gavira fuera bueno. A Fandiño se lo había brindado; a modo de vuelta por quien lo había hecho en su primero.

Mora dedicó el segundo de la tarde a la Infanta Doña Elena que ayer llevó a sus hijos a Las Ventas. Gran gesto. Bonito gesto. A portagayola lo había recibido David como declaración de intenciones. Quitó Fandiño por gaoneras y antes de rematar le prendió el toro por la barriga. Otro milagro. Un vaquero taparía lo que el toro había dejado al descubierto. A la vista de todos quedó la limpieza de corrales que hizo la empresa con la corrida de Gavira. No era momento para el cartel de los triunfadores de la temporada. Así nos vendieron una corrida infumable, mala, desleal y jodida para quien tiene en mente triunfar y no salvar el tipo. Ni se movió aquel toro ni le dejó sumar el cuarto a Mora. Pero aquel pundonor era valor de otra época. La poca clase para elegir esta corrida, también debería serlo.