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Dos semanas sin tregua
En Moncloa destacan que han tenido que gobernar «casi a ciegas» al tiempo que buscaban sus equipos, aunque la prioridad «absoluta» es que vuelva a haber préstamos
MADRID- Dos semanas después de haber llegado al Palacio de la Moncloa, la insostenible situación financiera de las comunidades autónomas, con una de las joyas de la corona del PP, Valencia, convertida en punta de lanza, y el sistema financiero son los dos problemas prioritarios en la agenda de Mariano Rajoy, según explican fuentes próximas al presidente del Gobierno. Junto con la reforma laboral que cuecen en estos días los agentes sociales. En Moncloa no han sorprendido las primeras críticas ni la urgencia en la exigencia de explicaciones a Rajoy. Y ante ellas su defensa es que hay un Gobierno que gobierna, que ha demostrado que adopta las decisiones que necesita España «por muy impopulares que sean» y que ha desmentido el discurso socialista de que iba a esperar a las elecciones andaluzas por razones partidistas para realizar los primeros ajustes.
Estos primeros días han confirmado que la realidad iba a imponerse y que iban a andar muy cortos de plazo en la puesta en marcha de su agenda reformista. Han tenido que gobernar «casi a ciegas» para tomar decisiones tan complicadas como el primer ajuste del gasto público del segundo Consejo de Ministros, que tuvieron que hacer, subrayan ahora, sin todavía tener ni siquiera equipos de confianza en los ministerios. «Hemos tenido que gobernar al mismo tiempo que buscábamos equipo, y hemos tenido que tomar decisiones en días, como el primer ajuste presupuestario para ahorrar 15.000 millones de euros, que en circunstancias normales habría llevado más de un mes», explican en Moncloa.
De cara al futuro inmediato, la «prioridad absoluta» es que vuelva a haber crédito para familias y empresas y en ello están trabajando intensamente bajo cuerda en el Ministerio de Economía que dirige Luis de Guindos. El guión dice que primero deben actualizarse los balances con los precios reales de los bienes y luego aplicar con urgencia un plan de reestructuración del sector que en algunos casos exigirá capital, «privado», precisan, y para lo que ya está habiendo conversaciones por distintos canales. «Para quien no ha probado un mantecado, meterse de golpe un polvorón en la boca puede resultar duro porque lo más probable es que te atragantes. Pero no hay alternativa», comentan metafóricamente en Economía.
En cuanto a la otra obsesión de Rajoy, las comunidades autónomas, la hoja de ruta también la tienen ya definida en Hacienda y en Moncloa. Simplificando, pasaría por facilitarles un mecanismo de financiación a precio barato a cambio de que acepten condiciones en la reducción del gasto y en la contención del déficit, con supervisión y correspondientes sanciones. El Gobierno confía en que no tenga que ir por la vía de la imposición, sino que haya acuerdo, aprovechando que las comunidades están tan necesitadas que no pondrán resistencia si a cambio reciben algo de oxígeno.
«Cuando uno está asfixiado es más fácil llegar con él a un acuerdo», explican. En ese acuerdo entra la poda administrativa, la Ley de Estabilidad y otras medidas en las que trabajan para llevarlas al Consejo de Política Fiscal y Financiera (CPFF) de enero. Ya hay, de hecho, conversaciones con las comunidades, en un escenario en el que la mayoría de gobiernos del PP facilita sin duda las sinergias y los «capotes» entre las dos partes: Administración central y gobiernos autonómicos. Uno de los grandes problemas está en el agujero sanitario.
Estos quince días han dado de sí incluso para un primer ejercicio de autocrítica. Han visto, por ejemplo, que el mensaje implícito de que Rajoy es el vicepresidente económico conlleva riesgos a controlar. O que hay que mejorar la coordinación entre Economía y Hacienda, en un escenario en el que los dos ministros tienen intereses y prioridades distintas. De Guindos «está obligado a dar de comer todos los días a los mercados», aclaran en Moncloa, y en eso justifican algunos de sus mensajes. Y Cristóbal Montoro es el que tiene que lidiar y poner la cara en clave doméstica ante los actores protagonistas de los ajustes prometidos por De Guindos. Además, han interiorizado que deben medir las expectativas y cuidarse –dicen– de no generar frustración ni siquiera por la agenda del Consejo de Ministros, como ocurrió con el celebrado la pasada semana.
En esto explican también su discurso dirigido a preparar a la opinión pública para que asuma que si lo decidido hasta ahora ha sido duro, por ejemplo la inesperada subida impositiva, lo que queda por delante no es mejor. Y en el Gabinete no todos viven con el mismo dominio de la situación esa «realidad más dura» de lo que pensaban, que dicen haberse encontrado.
El que parece más tranquilo y el que da la sensación de que más claro tiene qué hay que hacer y cuándo es Rajoy, según coinciden en destacar distintos ministros. El presidente del Gobierno es el mismo líder de la oposición imperturbable y que gustaba de exhibir un férreo dominio de los plazos y de las decisiones. «Sabe lo que tiene que hacer y nos lo dice», repiten en su entorno. Y si algo también tiene claro, sostienen, es que «los ciudadanos no nos han elegido para que les arreglemos todos los problemas en una mañana, que hay cuatro años por delante y que la situación es urgente, pero eso no justifica las balas de fogueo».
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