Sevilla
Cambio de modisto
Algunos sevillanos argumentan que después de Monteseirín Sevilla no tiene solución. Que una ciudad como la nuestra, que está en el «top» de las diez con más personalidad del universo, hay que mimarla para que no pierda su esencia. Hay demasiado arte, demasiada historia, para tratar de convertirla en una ciudad moderna. Ya se sabe lo que ocurre con esta situación, que te puede pasar como a algunas obras de arte que se exhiben en ARCO: las compras como si fuera lo más, lo definitivo y a los diez años resulta tan patética que no sabes dónde esconderla. No estoy de acuerdo con semejante catastrofismo. Si nuestra ciudad sobrevivió al tiempo del glorioso alzamiento, que en materia urbanística permitió que se derribaran tantos magníficos edificios como por ejemplo en la plaza del Duque, de la Magdalena, Plaza Nueva y tantas otras... cómo no se van a poder remediar los últimos desafueros estéticos. Al fin y al cabo, Sevilla es una gran dama, que lo que necesita urgentemente es un nuevo modisto. Ya hay varios compitiendo de cara a las elecciones de mayo. Lo que decía, un modisto que la vista adecuadamente, que incluso sepa en tiempos de crisis que se pueden arreglar algunos trajes de toda la vida, y además, por qué no, que le pongan su bótox y si hay que hacerle un lifting, háganlo, pero con mucho cuidado, para que no le pase como a esas señoras que parecen todas hermanas. Sevilla tiene que seguir siendo única y, además, conservar esa especie de asuntos internos que la hacen tan especial. Ayer mismo lo vivía. Estaba por el centro y entré en la iglesia del silencio. El titular estaba de besamanos. No se puede tener más gusto, la excelencia misma. Esto ya vale para decir adiós a los supositorios que alumbran la Puerta de Jerez. Como era viernes, pasé por el Gran Poder. Estaba de besamanos la Virgen del Mayor Dolor. No tienes duda cuando te acercas a besarle la mano de que estás ante la reina del cielo. En San Lorenzo el Cristo de la Bofetá y la Soledad, de besamanos también. Te sitúas a diez pasos del centro. Después de esto, adiós setas venenosas de la Encarnación.
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