Pamplona
Al quirófano por si acaso
Un test genético basta para saber el grado de riesgo de padecer el mismo tumor que otros miembros de la familia.
MADRID- Más vale prevenir. Pocos se atreverían a contradecir la frase hecha. Pero, ¿hasta qué punto hay que llevar la afirmación? Éste es el dilema al que se enfrentan cada año decenas de personas. Los últimos avances en test genéticos hacen que individuos con una historia familiar de cáncer puedan conocer si tienen un alto grado de posibilidades de sufrir la enfermedad. Si es así, deben tomar una dura decisión: vivir con la incertidumbre de tener más papeletas en esta fatídica lotería o prescindir de una parte de su cuerpo –mamas, ovarios, colon, estómago...– aparentemente sana.
«Cuando me dieron los resultados, mi marido lo tuvo claro: a mis 38 años me tenía que extirpar las mamas, el útero y los ovarios, aunque estuviera sana». Mercedes, una auxiliar de enfermería de Pamplona que ahora tiene 39, cuenta cómo tomó la decisión de operarse. «Yo no lo tuve tan claro. Me daba la sensación de que iba a dejar de ser mujer... Además, sólo tengo un hijo», explica. Así que le pidió a su médico que le diera «tiempo para pensarlo».
Pasaron cuatro meses y se decidió. Su madre y dos de sus hermanas habían pasado por un cáncer y Mercedes no quería dejar a su hijo sin madre. Así que volvió a la consulta dispuesta a someterse a la cirugía. Por poco llega demasiado tarde. Cuando se practicó la intervención, ya tenía un pequeño tumor de mama.
Algo parecido le sucedió a Carmen, una paciente de Madrid que a finales de julio saltó a los medios de comunicación por haber decidido extirparse el estómago «por si acaso» sufría un cáncer gástrico, como sus tres hermanos mayores. «Decidí ocuparme, no preocuparme», contaba esta paciente de 52 años a la revista de la Clínica Universitaria de Navarra, uno de los centros punteros en España en análisis genéticos del cáncer. Muchos fueron los que la criticaron por pasar por el quirófano y condenarse a problemas digestivos e inyecciones para toda la vida sin estar enferma. Pero, cuando los médicos extrajeron el estómago, también hallaron un tumor, casi microscópico.
Un análisis de sangre
Historias como las de estas dos mujeres cada vez animan a más gente a operarse estando sanos. Sin embargo, aún persiste «un arquetipo hispano: la reticencia a enfrentarse a las enfermedades, el ‘‘mejor no saber''». Quien lo explica es el doctor Jesús García Foncillas, director de Oncología y de la Unidad de Genética Clínica de la Universitaria de Navarra.
Sin embargo, cada vez son más las familias que, tras sufrir varios casos de cáncer, deciden saber. Y para ello, se someten a un test genético. Un análisis de sangre, en la mayoría de los casos, basta para saber con un alto porcentaje de acierto si se padecerá el tumor en cuestión. Eso sí, sólo en los casos de cáncer familiar ginecológico o gástrico, que representan en torno a un 5 por ciento del total.
El afán por saber lleva a situaciones extremas, como la que vivió el doctor Manuel García Manero, ginecólogo de la Clínica de Navarra, cuando «me trajeron a una cría de 14 años a la consulta para que le hiciéramos el test». En este caso, «recomendé que dejaran tranquila a la niña, al menos hasta los 25 años».
Pero, si la adolescencia puede ser demasiado pronto, la treintena puede ser el momento apropiado para pillar la enfermedad justo a tiempo. «Entre los 35 y los 40 se puede hacer el test genético». Sin embargo, el retraso en la maternidad ha hecho que las mujeres de esa edad se vean «demasiado jóvenes» para pasar por el quirófano.
«Ahora tenemos una paciente de 33 años que se ha hecho el test y tiene la mutación. No la podemos forzar a ir al quirófano, pero le podemos aconsejar que, cuando haya satisfecho el deseo de la maternidad, lo haga», explica García Manero.
Un mordisco a la vida
«Si tienes la mutación y no haces nada, la probabilidad de llegar a los 70 años es del 50 por ciento. Si te operas, sube al 77 por ciento», asegura. Estas cifras son las que animaron a pacientes como Merche a operarse: «Tenía que mirar por mi hijo, que sólo tiene cuatro años», explica.
Sin embargo, «también es muy lícito decidir vivir menos, pero sin operarse». Así lo explica la doctora Maite Herráiz, una de las especialistas en cáncer gástrico que trataron el caso de Carmen. Su especialidad es una de las «pioneras» en la cirugía preventiva, y apenas hay publicados un centenar de casos como el de su paciente en todo el mundo, dos en España, y aunque aclara que la decisión es del paciente, asegura que «la cirugía preventiva puede hacer que le des un mordisco a la vida de más de 20 años. Ha cambiado el destino de muchas familias».
ANÁLISIS
Una práctica no apta para todos los casos
- ¿Por qué se realizan las pruebas algunas personas?
-Existen algunos tipos de cáncer –concretamente los ginecológicos y los gástricos– cuya relación con la genética y, por lo tanto, con los antecedentes familiares es muy alta. De ahí que se recomiende una especial atención a los parientes cercanos cuando existen varios casos en la familia.
- ¿Cómo se puede conocer el riesgo?
-Gracias a los avances de las investigaciones en el campo de la genética, se pueden realizar algunas pruebas –quizá un simple análisis de sangre– que averiguan si existe mutación en el gen implicado. Si hay mutación, el médico le indicará el porcentaje de posibilidades que tiene de desarrollar un tumor.
- ¿Es inmediata la cirugía preventiva cuando el test genético es positivo?
-En absoluto. En ese momento, con toda la información necesaria en su haber, es el paciente el que tiene que tomar la decisión de extirpar un órgano de su cuerpo o vivir permanentemente con la espada de Damocles sobre su cabeza.
- ¿El quirófano es la opción más recomendable?
-Son muchos los casos que se han dado de pacientes que, tras la extirpación, han visto que el órgano en cuestión ya tenía un tumor. Los expertos dicen que es ganar 20 años de vida. Pero es igualmente buena la opción de vivir, quizá, menos tiempo pero no pasar por el quirófano ni prescindir de ningún órgano.
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