Atlético de Madrid

Diseño

Gavilán o palomas

La Razón
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S i para ser hincha del Atleti hay que estar acostumbrado a sufrir, a tragarse las desdichas como parte de los colores y pasar las fatigas y quebrantos de un equipo pupas al que en tiempos flacos todo son pulgas, hay algo sin embargo de lo que sus seguidores pueden presumir: que en un día de resultado aciago no les cague en el cogote una paloma, sobre todo una de esas torcaces del tamaño de un pavo y excrementos como los de un bulldog bien alimentado.
Resulta que en los últimos tiempos el Vicente Calderón tenía momentos en los que se alfombraba la cancha y cubría la fachada de palominos de considerables dimensiones que ni siquiera servían de abono para cultivar una cantera. Todo gracias al mega parque que se ha inventado el alcalde a orillas del Manzanares, refugio de todo tipo de pajarillos y pajarracos de diferente calaña, inmigrantes o inquilinos habituales, cuyo valor ecológico no dista mucho de los vertederos en los que se sienten tan a gusto. Desde las gaviotas como antigua imagen bucólica convertida en temibles aves carroñeras, a esas palomas que eran inerme símbolo de la paz y hoy son calificadas como repelentes ratas con alas. Y cuidado, que se va afianzando la plaga de las cotorras con su bullicio peor que humano.
El Ayuntamiento tendrá un día que arreglárselas para limpiar este inmenso y encagarrutado palomar que es Madrid, pero el Atleti, a pesar de que nos lo quieran apartar del río, ha adoptado sus medidas de colombofobia con un par, fichando a unos halcones rojiblancos más veloces que cualquier extremo, con más vista que un creador de juego y con mayor instinto predador que el mejor goleador. Un equipo perfecto que despluma a todo enemigo que se acerque por casa. Quizá debían tomar ejemplo de ellos los jugadores, especialmente Forlán o Agüero cuando pierden su habilidad rapaz frente a la portería. O puede que en vez de un entrenador necesiten un cetrero. Hartos de que se los coman hasta los mirlos blancos.