Irún
El «Faisán» pone nervioso a Elosua
El paso adelante dado por el juez Pablo Ruz en la investigación del chivatazo a ETA parece que ha puesto nervioso a Joseba Elosua, dueño del bar Faisán donde se produjo el supuesto soplo. Según pudo comprobar LA RAZÓN, Elosua ha aumentado las medidas de seguridad en torno a su bar, apenas unas horas después de que el juez de la Audiencia Nacional dictara el auto de procesamiento contra el ex director de la Policía y dos mandos del Cuerpo por el chivatazo a la banda.
Al menos tres varones rodean continuamente las proximidades y conversan de vez en cuando con el dueño del local, que da vueltas alrededor de su negocio. Sin tapujos, conversan sobre la izquierda abertzale y halagan al ex portavoz de Batasuna, Arnaldo Otegi. Pero la cosa cambia cuando reparan en que unos desconocidos están retratando la parte delantera del bar. En ese momento, Elosua no duda en desaparecer de la zona, eso sí, previo gesto a uno de sus «guardaespaldas» de que algo no le gusta. Sin rumbo fijo, Elosua toma un camino a la orilla del río que separa Irún de Hendaya, al otro lado de la frontera. Con la cabeza agachada, ni una mirada atrás y ni un sólo segundo que perder. Durante algo más de media hora y después de tres kilómetros recorridos no parece resentirse de sus 77 años.
De vuelta al bar Faisán, sus camareras, probablemente ya sobre aviso, tratan también de averiguar quiénes son esos curiosos de la cámara, al mismo tiempo que despachan a los numerosos clientes que se sientan en la terraza. Elosua, visiblemente intranquilo cuando regresa a la zona, ha cambiado su camisa.
La situación no tiene nada que ver con la que comprobó in situ este periódico el pasado enero, cuando Elosua no tenía problemas en hablar con periodistas para replicar su implicación y consideraba «absurda» la teoría del chivatazo. En esas fechas aseguraba incluso que «si llevaba mucho tiempo fichado por la Guardia Civil, no tenían más que levantar las cartas y lo hubieran pillado con las manos en la masa».
¿Y qué dicen los que acuden habitualmente al bar Faisán? La mayoría de ellos desconoce por completo por qué es famoso este bar en España. Casi todos son franceses que cruzan la frontera para repostar, comprar alcohol y tabaco, algo más baratos en nuestro país que en Francia. Nada les hace reparar en que, allá por mayo de 2006, en este bar se recaudaba, presuntamente, el dinero del denominado «impuesto revolucionario» a los empresarios vascos y navarros. Y lo mismo ocurre en Irún. Ubicado en Behobia, lejos del centro urbano, el bar «Faisán» y su dueño son unos completos desconocidos en este punto estratégico en el que los comercios hacen su «agosto» todo el año.
«Como zona comercial es un filón», asegura una vecina de Irún. Y Elosua encantado con ello, porque además del bar Faisán, suma para el negocio familiar una perfumería y droguería que gestiona una de sus hijas. Su otro vástago, el varón, se dejó ver por la Audiencia Nacional cuando su padre declaró ante el juez Ruz por última vez el pasado abril.
Mientras, Elosua dedica el tiempo a reunirse con todos sus amigos en una sociedad gastronómica ubicada en la calle donde vive. Los iruneses le ven como un «simple contrabandista» al que un día le ofrecieron aumentar sus beneficios ayudando a hinchar las arcas de ETA. Una proposición que acabó con un operativo policial de vigilancia durante casi tres años a escasos cincuenta metros de una de las entradas del bar. Hoy, el lugar desde donde la Policía grababa las entradas y salidas del famoso local, un complejo de oficinas conocido como «Zaisa», está desierto. Ninguna empresa se ha instalado allí desde entonces.
Tema tabú en Irún
A nivel municipal, la causa del chivatazo en el bar «Faisán» nunca se ha tratado en un Pleno de Irún. «Sacarlo sería de mal gusto para la convivencia», asegura la concejal del PP en el municipio, Juana Bengoechea, que añade que ni siquiera ha podido tratar la cuestión con ninguna otra formación. «Nunca he hablado con el PSE del "Faisán". Ni con el PNV, IU y ya no digamos con Bildu», afirma. Y la situación no cambia mucho en el pueblo. «La mayor parte de la gente huye de hacer juicios de valor, es como si no pasara nada», explica Bengoechea. Resulta llamativo que un tema de tanta trascendencia en el resto de España pase desapercibido en el pueblo donde ocurrió. Y es que, a su juicio, la gente se ha acostumbrado a «no plantear ciertos temas tabú». Se trata, sencillamente, de actuar como si no pasara nada.
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