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Ni un paso atrás

Un buen amigo, para más señas sevillano y merengue hasta el tuétano, me envió un mensaje con guasa la noche de la final de la Copa del Rey.

La Razón
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Con las cofradías no me he enterado, ¿quién ha ganado la Copa? Como pienso que en el fútbol no hay que dar ni un paso atrás, ni para coger impulso, mi respuesta fue de alta chulería. No lo sé, estoy de viaje y tampoco me he enterado. No te preocupes, la Copa no sirve para nada. Lo importante es la Liga y la Champions. Así me quedé, más ancho que un ocho. Evidentemente conocía el resultado y juraba en arameo en mi interior. No tanto por la victoria del Madrid, que también, sino por tener que soportar a un amigo crecido.
Esta sana rivalidad, algunos tratan de prostituirla. Manosean un Barça-Madrid hasta transmutarlo en un patético Cataluña-España. Violan el deporte para dirimir la política. El presidente, Artur Mas, hacía los parabienes al monarca en el palco mientras sus cachorros azuzaban la pitada al himno desde el anonimato de la grada. Otros se arrogaban la representatividad de esa rancia manera de ser español en la que lo diferente –y más si es catalán– es poco menos que despreciable.
Deberían enterarse, unos y otros, que la realidad es más inteligente y menos lineal. Hay catalanes que son del Madrid. Catalanes, nacionalistas y no nacionalistas, del Barça. Españoles del Barça, de derechas e izquierdas. Españoles del Madrid y no por eso obligatoriamente partidarios de la España una, grande y libre. Ésa es la gran mayoría alejada de ese estúpido reduccionismo al que nos quieren condenar. En política, como en el fútbol, ni un paso atrás.