Valencia
Un toro «traicionero» y con página web
El escritor Ernest Hemingway adoraba España y su Fiesta Nacional, los toros, pero se escandalizaba ante actos de crueldad «made in Spain» como algunas capeas de municipios españoles. No era para menos. El Premio Nobel relató en su obra «Muerte en la tarde» (1932) cómo algunos vecinos exaltados (muchos, borrachos) maltrataban al animal de todas las formas posibles, desde el clásico tirón de rabo hasta puñaladas en el vientre. El alcohol envilece.
Ochenta años después, la muerte de un hombre el pasado 15 de agosto tras ser embestido por el afamado toro «Ratón» durante las fiestas patronales de Xàtiva (Valencia) retrotrae aquellos pasajes de su obra más taurina. «Toda matanza consumada por un amateur o por una turba es un espectáculo bárbaro», apuntó Hemingway, quien, sin embargo, admiraba el valor incomparable del torero en las corridas de lidia. Los detalles de las capeas narrados por el norteamericano parecen extraídos de los periódicos de las últimas semanas.
El morlaco «Ratón», de 550 kilos, lleva dos víctimas y treinta heridos a sus espaldas. El último, el joven de 29 años de Xàtiva, en estado de embriaguez. A «Ratón» le definen en la ganadería como «traicionero y muy resabiao». No es muy grande, de ahí su nombre, pero sí muy certero. La expectación ha llegado a ser tan grande que su caché se ha multiplicado en los últimos años. Tiene fans y página web, que lo promociona (cual estrella de rock), como «devorador de hombres».
Muy inteligente
La peligrosidad, parece ser, aumenta el prestigio popular: «Embiste con derrotes cortos y repetitivos a la vez que balancea la cabeza a izquierda y derecha, provocando en todas sus víctimas un número de heridas muy superior, a priori, al normal en estos casos», se lee. Los folletos de promoción repartidos por los pueblos hablan de él como el mejor, «por ser sanguinario y por su inteligencia». Ya Hemingway quedó fascinado por la historia truculenta de otro morlaco «inteligente» conocido por su instinto asesino. «Un toro que era gran favorito en las capeas de la provincia de Valencia mató a dieciséis personas, hombres y muchachos, e hirió gravemente a más de sesenta en un periodo de cinco años», escribe en el capítulo dos de «Muerte en la tarde».
Y surgen preguntas para el debate: ¿por qué se culpa a los animales de la imprudencia de las personas? ¿Cómo puede tolerarse el cóctel explosivo alcohol y toro bravo? ¿Es «Ratón» asesino? ¿Qué controles se llevan a cabo en las calles y las plazas donde se corre al animal? ¿Se deben mantener las tradiciones «per se»?
El ganadero valenciano Gregorio de Jesús García, de 44 años, es el propietario de «Ratón», su toro más mimado. Explica que, desde luego, él no se hace rico a costa del animal. Al contrario, en declaraciones a LA RAZÓN, asegura sentirse «hartísimo de las falsedades» vertidas sobre él. «Ni soy empresario ni me lucro ni comercio con la muerte de nadie», explica por teléfono desde su finca en la que cría a 300 reses. «Soy una persona humilde, sin cultura, no es verdad que cobro muchísimo», apunta enfadado. «Algunos se aprovechan de que no tengo estudios y no sé denunciarlos», añade, «pero sólo me dedico a alimentar mis animales, exhibirlos pueblo a pueblo, sin descansar», agrega el ganadero. «Las televisiones serán las que ganen, porque yo, desde luego, no. Solo tengo un tractor viejo y un corral de nada. Soy un desgraciado en chándal y zapatillas que trabaja llueva, nieve o haga frío y no he tenido vacaciones en toda la vida. Mientras hablo contigo, estoy dando de comer a los animales», concluye indignado. El conflicto, desde luego, no lo crea el dueño de la res.
Hemingway menciona el «ajusticiamiento» del toro asesino por parte de los familiares de las víctimas. «Los dos gitanos estaban en el matadero entonces, y el muchacho pidió permiso, puesto que el toro había matado a su hermano, para matarle él mismo. Se le concedió y empezó por arrancarle los ojos cuando el toro estaba en la jaula. Luego le escupió cuidadosamente en las órbitas; le mató después, metiéndole un puñal en la espina dorsal, entre las vértebras del cuello, cosa que le costó bastante. Después pidió permiso para cortarle los testículos; se le concedió».
«Lo lamento muchísimo», dijo el alcalde de Sueca, Salvador Campillo, recordando la muerte del joven en Xàtiva, «pero no creo que sea motivo para que Sueca deje de ver a su toro más famoso». Así pues, el próximo 10 de septiembre, «Ratón» saltará a la plaza de Sueca y volverá a atemorizar a los participantes en el festejo. El alcalde ha anunciado cinco minutos de exhibición y una «despedida digna» para Ratón.
«No son caniches»
Ramón Luna, administrador de la ganadería El Torero, que suministra toros para festejos de toda España, insiste en que el problema no es la bravura del animal sino la estupidez humana. «Algunos desalmados borrachos o hasta arriba de lo que sea son los que complican todo», afirma, «y después dicen que la culpa es del toro», añade con retintín. «Se beben 200 copas y creen que un toro es un caniche», agrega Luna, quien admite que cuando hay concentración de personas, como el caso de los Bous al carrer (protegidos en Cataluña por la misma ley que prohíbe la tauromaquia), la situación es difícil de controlar . En la imagen, Ernest Hemingway.
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