AENA

El tocino y la velocidad

La Razón
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Siempre se ha advertido del riesgo de confundir el tocino con la velocidad, la gimnasia con la magnesia o el déficit con la deuda.Con su propuesta de vender Aena como alternativa a las medidas para reducir el déficit público, Duran Lleida comete ese error, o por el contrario pretende pescar en río revuelto. Vender una empresa pública produciría unos ingresos extraordinarios, no por la cantidad que se obtuviera sino porque serían irrepetibles, pues una vez vendida ya no se podría repetir la operación. Si esos ingresos excepcionales se destinaran a pagar la deuda pública española, se haría un mal negocio, pues hoy continuamos teniendo una de las deudas públicas más bajas de los países desarrollados y esa operación sólo aligerarían nuestro nivel de gastos en una pequeña cantidad, el 2 o el 3 por ciento de lo conseguido en la venta. Si, por el contrario, esos recursos extraordinarios se destinaran a reducir el déficit, sería una equivocación, un espejismo. Este año sí, pero como no se reduce el gasto ni se consolida los ingresos, el año próximo su efecto se habría dilapidado. Estaríamos con déficit y sin la empresa pública.Salvo que Convergècia i Unió espere mandar en el aeropuerto del Prat a partir de la empresa comparadora, no se observa ningún beneficio económico, político o social de la venta de los servicios aeroportuarios que no de Aena, pues la navegación aérea –el servicio de controladores– no se puede vender. Por eso, sería mejor que se mojara, haciendo propuestas útiles o apoyando las hechas.