Escuderías

La crudeza del deporte

La velocidad en motos o en coches ha traspasado ya el límite de la expectación, es un gran circo con todos los riesgos 

La Razón
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La muerte inesperada y cruel del joven piloto italiano Marco Simoncelli en el circuito de Sepang en Malasia, en pleno gran premio de motociclismo de la máxima cilindrada, ha vuelto a dejar en un silencio lleno de estupor al mundo del deporte.

Con sólo 24 años, con todo el futuro por delante y con la evidencia de que estaba llamado a ser un campeón de los grandes, Simoncelli se ha visto arrollado cuando estaba en el suelo –después de una caída– por otros dos corredores, uno de ellos su gran amigo Valentino Rossi.

Simoncelli, piloto arriesgado, rompedor, competitivo al máximo ha muerto de forma trágica volviendo a poner encima de la mesa, como siempre, los límites del deporte; especialmente de aquellos deportes en los que la seguridad tiene una gran relevancia.
Es verdad que en estos últimos años se ha avanzado de manera vertiginosa en la seguridad de los pilotos, de los circuitos, de las máquinas, de los servicios de asistencia tanto en las motos como en los coches de Fórmula 1, pero no es definitivo. El riesgo es enorme, la competencia también; y por lo tanto todo lo que se haga va a ser siempre insuficiente. En este sentido la muerte de Simoncelli tiene que servir para recapacitar sobre todo lo que se está haciendo. Está bien, pero hace falta más.

En estos momentos, en el mundo del motor se mueve una gran cantidad de dinero. Miles y miles de millones de euros. Publicidad, circuitos en todas las partes del mundo, espectáculo lúdico y económico; en definitiva un gran circo mediático que siempre pide más, siempre exige superación y siempre recuerda que todo tiene que ir de forma acompasada. El riesgo de muchas vidas está en juego.

Cada fin de semana de carreras se revuelve mucho dinero, se moviliza a mucha gente y se focaliza de manera impresionante a todos los medios de comunicación internacionales. La velocidad en motos o en coches ha traspasado ya el límite de la expectación, es un gran circo con todos los riesgos, con todos los errores y también con todo el máximo glamour. Pero es precisamente esa riada de dinero y de espectáculo lo que no nos puede hacer perder el origen y la finalidad de unas carreras que, enmarcadas en un Campeonato del Mundo, son al fin y al cabo puro y exclusivo deporte.

Hay veces que en ocasiones tan tristes como esta, en la que decimos adiós a un joven piloto, lleno de futuro, de ilusión y de fuerza, refrescar el pasado es muy provechoso. Echar un vistazo a imágenes en blanco y negro de pilotos de otra época como Ángel Nieto nos confirma que la seguridad ha ganado lo que no está escrito; pero también certificamos que lo que antes era algo casi aficionado ahora ha adquirido unas dimensiones de tal magnitud que nada tiene que ver con el pasado. Es todo más seguro, de acuerdo; pero no es suficiente. El riesgo ahora es mucho mayor.