Huelgas
Con la brocha en la mano
A los sindicatos les acaba de pasar lo que a los estudiantes menos populares cuando intentaban convocar una fiesta privada con los compañeros de clase y nadie acudía a la cita dejando que los canapés se estropearan sobre la mesa sin que hubiera candidatos, excepto pelotas y agradecidos, dispuestos a compartir el ágape. En realidad, ha sido con la brocha en la mano con lo que les acaban de dejar, mientras que a sus pies ha desaparecido la escalera de la credibilidad que hasta ahora les sustentaba y que paradójicamente les ha sido retirada deliberadamente por los propios trabajadores. Que una huelga como la de ayer, expresamente convocada en el sector público donde el sindicalismo cuece en su más propicio caldo de cultivo, sólo haya tenido un escaso seguimiento del 10 por ciento, únicamente puede significar dos cosas: que los trabajadores de este país –y en especial los funcionarios– gozan afortunadamente de una autonomía y de una responsabilidad mucho mayor de lo que algunos venían suponiendo y, en segundo lugar, que los sindicatos han fracasado claramente en su aún poco desvelado empeño de movilización, pues todavía se desconoce qué es lo que pretendían conseguir. Es cierto que los funcionarios contaban con que no habría marcha atrás en la ya firme decisión de rebajarles el sueldo con lo que, en todo caso, daban por sentado que los sindicatos llegaban tarde una vez más, y también lo es que la única eventualidad que se garantizaban era que además se les recortaría un día adicional de salario. Pero igualmente lo es que difícilmente se encontrará jamás una huelga con más apoyos y complicidades que la de ayer en la que excepcionalmente hasta estaban de acuerdo el Gobierno y la oposición. El secretario de comunicación del PP la habría secundado de ser funcionario, según él mismo dijo, y el Gobierno «comprendía» perfectamente las razones de su convocatoria. Aun así, la de ayer será una de las huelgas con menos seguimiento de la historia, lo que únicamente puede explicarse por la decisión independiente y expresamente razonada de cada uno de los trabajadores que decidieron no secundarla. Aún y con todo, todavía se empeñan en mantener que se ha tratado de todo un éxito, cuando los datos están más claros que nunca , por lo que no queda más evidencia que la de sospechar que nos quieren seguir engañando y que pretenden seguir solos en su patética fiesta. En cualquier caso, un imposible camino para recuperar su credibilidad.
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