Elecciones generales
Refundar el TC por J A Gundín
El Tribunal Constitucional yace postrado en ese búnker circular que tiene por sede, pero que semeja un mausoleo para el descanso eterno de las instituciones fracasadas. Nació mal, hace más de 30 años, y su currículum es una completa antología de errores y decepciones, desde aquella sentencia de Rumasa que la inauguró hasta la legalización contra toda lógica jurídica del brazo político de ETA. Hoy arrastra, en su senectud prematura, una lenta agonía y aguarda a que una mano piadosa le cierre los ojos y le exima de tan pesada carga. Por más que PP y PSOE pongan cara de póker ante las críticas que suscita cada renovación de magistrados, lo cierto es que para devolverle la credibilidad a este tribunal no basta con elegir excelentes profesionales. Los cuatro escogidos hace unas semanas reúnen méritos sobrados, pero es tan densa la sospecha en torno a la institución que sus biografías han sido despiezadas con la meticulosidad de un desguace. Ahí han salido militancias políticas, filias ideológicas, fobias doctrinales... Nada ajeno a la condición humana, desde luego, y que en un magistrado del Constitucional no debería adquirir la calificación de pecado inconfesable, como se ha pretendido. No son los candidatos lo que hay que cambiar, sino la organización y funcionamiento del propio tribunal. Mientras no se libere de la tutela que sin ningún pudor ejercen los partidos políticos, sus sentencias más importantes estarán viciadas de origen y sobre ellas pesará el estigma de la parcialidad. Tal vez la fórmula adecuada para que el TC pueda levantar cabeza y ganarse la confianza de los ciudadanos sea la que insinuó en su día Sáenz de Santamaría: que los magistrados sean elegidos de forma vitalicia y con muy amplio consenso. Es muy sensata.
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