«Capitán América»: Un soldado universal

Podría decirse que el traje del Capitán América está hecho a medida por Sarah Palin, pero la candidez de la adaptación de Joe Johnston desecha todo significado político: éste es el supersoldado americano por excelencia, pero su fanatismo por hacer lo correcto y defender su patria está vinculado exclusivamente al momento histórico en el que nació, la Segunda Guerra Mundial. De ahí que la película sea tan retro, tan voluntariamente pasada de moda: en la reconstrucción digital de una época en tonos sepia, la interpretación deliberadamente naïf de Chris Evans encuentra su lugar en el mundo.

Es el relato de la transformación de un enclenque con corazón de héroe en un musculoso mesías el que acumula los mejores momentos de una película que se deshincha cuando tiene que lidiar con su villano, el nazi Johann Schmidt (Hugo Weaving), también conocido como Red Skull. Las escenas que enfrentan al Capitán América con su némesis podrían pertenecer a cualquier película de superhéroes estándar, mientras que su puesta de largo como soldado universal –incluidos los varios intentos de alistamiento, el entrenamiento militar y el experimento al que se somete por iniciativa de un científico judío– es lo que da carne y hueso a un estereotipo con caracter patriótico.