Andalucía

La CEA se va a Polonia

La Razón
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Frente a lo que pudiera parecer, y en contra de lo dicho, una de las mayores virtudes de esta crisis no es que vaya a poner a más de uno en su sitio, sino que es posible que a algunos les pueda quitar el suyo y merecidamente los deje sin ninguno. De momento, el fenómeno se empieza a manifestar entre los empresarios andaluces donde, según su presidente y al hilo de las medidas de recorte anunciadas por Griñán, algunos podrían estar pensando en irse a Polonia o a Checoslovaquia, de seguir el Gobierno adelante con las medidas de ajuste. A mí éstas me parecen igualmente una barbaridad, pero salvada esa plausible eventualidad de que cualquiera puede irse en cualquier momento a cualquier parte, incluyendo Polonia, las palabras de Santiago Herrero conllevan determinadas obviedades que contradicen el fondo y su tono amenazante. La primera de ellas es que si las empresas, como manifiesta, pueden irse a cualquier parte porque los territorios no tienen vallas y van buscando su mejor encaje económico y fiscal, al presidente de la CEA le debería haber preocupado bastante más hasta ahora por qué ese proceso no ha venido ocurriendo a la inversa en Andalucía y qué es lo que ha hecho que esta región haya sido tan poco atractiva para los capitales foráneos. Y lo peor de todo: sin que la CEA haya dicho ni «mu» hasta este preciso momento en el que atropelladamente toca hablar de irse sin que nunca haya tocado hablar de atraer o de quedarse. La segunda cuestión lanzada con ligereza ha sido la discutible idea de que las empresas andaluzas pueden seguir haciendo aquí lo que ya hacen o, por el contrario, podrían empezar a hacerlo en cualquier otra parte, lo que resulta un ejercicio intelectual bastante pretencioso a tenor precisamente de la trayectoria de la mayor parte de ellas tanto dentro como fuera de Andalucía.¿Qué es exactamente lo que van a hacer en Checoslovaquia o en Polonia mejor y con menos atosigamiento fiscal del que han disfrutado aquí? ¿Construir casas? ¿Criar tomates? Piensen tan sólo en un dato: de los tres millones de declaraciones de renta realizadas en Andalucía, apenas 21.000 reconocen ingresos superiores a los 80.000 euros al año, lo que ni siquiera supera el número de afiliados a la CEA. Lo que nos lleva a la cuestión, salvando las honrosas excepciones, de a qué hemos estado hasta ahora llamando «empresario» y, si visto lo visto, hasta qué punto su sitio adecuado no estaba en Polonia.