Cataluña

El metro llega al Carmel con la herida abierta 5 años después del socavón

El Carmel vivirá hoy un día agridulce. El metro llega tres años después de lo previsto, tras la pesadilla del socavón.

La plaza del socavón, pendiente de arreglos, hoy es un parque infantil
La plaza del socavón, pendiente de arreglos, hoy es un parque infantillarazon

BARCELONA- El día 27 de enero de 2005 marcó un antes y un después en la ejecución de la obra pública en Cataluña, pero, sobre todo, en la vida de los vecinos del barrio del Carmel. Cuando pasaban diez minutos de las nueve de la mañana, la tierra se tragó una finca que albergaba un garaje en el número 2 de la calle Conca de Tremp. El estruendo dejó el famoso socavón de 30 metros. No hubo daños personales, pero sí emocionales. La policía desalojó a 1.276 vecinos, que tuvieron que exiliarse temporalmente a hoteles y casas de familiares. La culpa de todo este percal la tuvo el hundimiento del túnel de ampliación de la línea 5 del metro. El tramo de la «línea azul» que hoy inaugura el presidente de la Generalitat, José Montilla, a bombo y platillo.

Inauguración agridulceHace veinte días, el Carmel estaba de fiesta mayor. Durante la actuación del grupo de habaneras «Mar i Vent», el solista avanzó que en dos semanas el metro llegaría al barrio. Al final lo haría en tres semanas, no en dos. El viernes pasado, cuando según el cantante de habaneras tenía que inaugurarse el nuevo tramo de la L5, chinos, pakistaníes y compatriotas trabajaban a destajo en los dos accesos de la parada del Carmel de la calle Llobregós y la plaza Pastrana. La calle Llobregós, que hace dos años fue escenario del drama del Carmel, donde los vecinos desalojados suplicaban a la Guardia Urbana que les dejaran atravesar el cordón policial para recuperar su pertenencias más queridas, ha vuelto casi la normalidad. Casi, porque la herida que provocó el socavón, cinco años y medio después, aún no se ha cerrado. Gemma Raygal, hija de una de las 12 familias que vivían en el 10 del pasaje de Calafell, el edificio que se llevó por delante el socavón, sigue vendiendo periódicos en el quiosco de Llobregós. Dice que ha pasado página y lo hace con una sonrisa. Pero, cuando se le pregunta por el metro, dice que no piensa cogerlo. «Continuaré yendo en autobús porque no me fío de una obra que se hizo mal desde un principio», afirma.La comisión parlamentaria que investigó el hundimiento concluyó que la obra, adjudicada por CiU y aprobada por el tripartito, estuvo mal gestionada –faltaron estudios geológicos–. Gemma quiere y puede hablar. Pero, en el barrio, aún hay gente a la que se le hace un nudo en la garganta cuando se le pregunta por el pasado. Sin ir más lejos, una vecina de la madre de Gemma, que tras perder su piso fue realojada en el 175 de Llobregós, no se ve con fuerzas de responder qué le parece la llegada del metro al barrio cinco años después del hundimiento. La mujer, que 30 segundos antes conversaba divertida con su hermano, cambia de cara al oír la palabra «socavón». «Es un tema muy delicado para mí, no puedo hablar», admite. A Gemma Acedo, que juega con sus nietos en la plaza del «socavón», le ocurre lo mismo. Empieza diciendo que está contenta de que llegue el metro, pero al recordar el 27 de enero de 2005 se le pone la piel de gallina y se le llenan de lágrimas los ojos. Se pone las gafas de sol para que sus nietos que chillan a su «yaya» para que les mire como se cuelgan de un columpio, no la vean llorar. A sus casi 80 años, Julián y Justina, que van a buscar el bus para ir a ver a su hija, están contentos con la llegada del metro. También Teresa García, que tiene la panadería de la plaza Pastrana. Estuvo cinco meses desaloja y otros cinco con su casa apuntalada. Su padre, con alzheimer y dos pies amputados, falleció durante el «exilio forzado». «Fue muy doloroso», recuerda. Pero Teresa afronta el futuro con optimismo, junto a su nieto, que nació durante el «calvario», sobre todo porque se deshará de «la tortura de las obras».

Obras para cambiar de cara el barrio- Las millonarias inversiones públicas para devolver la normalidad al barrio del Carmel son las «culpables» de que el día que llega el esperado metro, el barrio está patas arriba. La apertura del metro va acompañada de la reforma de nueve calles situadas alrededor de la plaza Pastrana, uno de los accesos al suburbano. Las calles Moratín, Jadraque, Puig Castellar y el pasaje Calafell son un barrizal. En unas, los obreros trabajan para ampliar las aceras, y en otras, para convertirlas en zonas peatonales. Quedarán por urbanizar cinco calles más, Sacedón, Trillo, Lluís Maria Vidal, Cifuentes y Granollers. Los obreros abordarán su reforma en otoño, mientras continúan los trabajos para urbanizar la plaza Pastrana y adecuar un aparcamiento.