«La vacuna ayuda a controlar el asma»

La alergia es un problema de salud pública importante. Para conocer las claves de cómo tratarla y mantenerla controlada preguntamos a Javier Subiza, presidente del Comité de Aerobiología y coordinador de la Red Nacional de Colectores de la Sociedad Española de Alergia.

¿Hasta qué punto nos encontramos ante un aumento significativo de las alergias?
Si bien desde hace dos siglos ha pasado de ser una enfermedad anecdótica a ser una patología crónica que afecta a más de un 20 por ciento de la población, podemos hablar de un incremento exponencial. En la actualidad, vemos que la alergia afecta en cualquier tramo de edad –incluso debutan pacientes a los 60 años–, hay más polisensibilizaciones –se es sensible a más de un alérgeno– y las crisis son más severas.

¿Existen formas de borrar de forma definitiva la alergia?
Las vacunas sirven para modificar el sistema inmunológico. En el caso de la alergia, se ayuda al organismo a enfrentarse a los alérgenos en óptimas condiciones.

¿Con las vacunas se termina del todo con la patología?
No curamos la enfermedad, simplemente le damos armas al sistema para que pueda luchar contra la patología. La alergia, no debemos olvidar, es una enfermedad crónica. Lo que provocamos es que la sintomatología sea más leve e incluso evitamos un desarrollo de la misma. Si se vacuna a un niño a corta edad, se impide que desarrolle cuadros graves de asma, e incluso también la sensibilización a más tipos de alérgenos.

¿Contra cuántas cosas nos podemos vacunar?
De momento se trata de monosesibilización. Sólo se emplea en casos de alergias a pólenes y son más efectivos si sólo se inyecta un tipo, que si se trata de una mezcla de polialérgenos. Los estudios clínicos realizados así lo corroboran.

¿Pincharse es la única vía para evitar los molestos síntomas?
La vacuna es el tratamiento más interesante y efectivo a largo plazo. Suelen mostrar sus efectos durante los diez años siguientes a la vacunación. El resto de los medicamentos sólo tratan los síntomas estacionales de forma puntual. Con la primera, nos aseguramos un largo periodo sin apenas molestias, o, al menos, sin que éstas sean importantes.

¿A qué edad se puede empezar la administración de las vacunas?
En la actualidad, la inmunoterapia ya se puede administrar a niños pequeños desde los tres años, gracias a la forma sublingual. Así, las madres pueden dársela a sus hijos en casa, ya que no presentan reacciones alérgicas significativas, al contrario de lo que ocurre con las subcutáneas. En éstas, tras la administración se ha de esperar media hora para observar al paciente.

¿Qué papel juega la genética?
Uno importante, como en otras. Lo raro es que no fuese así, aunque la alergia es una enfermedad multifactorial. En origen, los diferentes genes que intervienen en esta patología contienen una predisposición al desarrollo, por ello no siempre quienes porten estas huellas lo desarrollan. Depende de la exposición personal a los alérgenos.

Como en otras especialidades, los diagnósticos han avanzado mucho y son más precisos, ¿cómo ha influido en la alergología?
Ahora ya no hablamos de alérgicos a un tipo de polen o de alimento, sino vamos más allá. Medimos a qué sustancia exacta –proteínas– el cuerpo reacciona en contra. Se trata de realizar un diagnóstico por componentes.

¿Cómo ha cambiado el panorama en los últimos años?
Un ejemplo claro son las cupresáceas y el plátano de sombra. En 1995, realizamos las primeras descripciones de este tipo de casos. Entonces era muy raro encontrar alérgicos en los meses de enero a marzo, ahora todo el mundo lo conoce. Asimismo, con el plátano de sombra, empleado con asiduidad en la decoración de parques y jardines por su rápido crecimiento, también se ha convertido en uno de los protagonistas de las alergias más habituales en las grandes ciudades como Madrid.

¿Cuáles son los casos más extraños que ha visto?
Recuerdo un hombre que tenía asma grave por culpa de unos ácaros del jamón curado. O, tener asma por culpa de la comida de los peces o por la iguana que tienen de mascota.
 

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