Almería
La terna al completo triunfa en una gran tarde en el ruedo almeriense
Hay algún crítico taurino que se considera a sí mismo como el epítome de la perfección. Debería leer a los clásicos, particularmente a Sócrates, para extraer las oportunas conclusiones.
El Juli toreó a su primero con elegancia y pulcritud con el capote. Con la muleta tuvo temple y dominio, pero el triunfo se difuminó por el fallo con los aceros. El cuarto ofreció codicia y bravura y el madrileño le extrajo tandas pletóricas de temple. Brillaron los naturales en su caligrafía y la faena fue a más en redondos interminables, lo mismo que la embestida del astado al que se le dio la vuelta al ruedo.
Firmeza de planta, técnica, y un sentido del temple sublime, fueron las esencias de Manzanares en la faena que realizó al nobilísimo y bravo segundo. Paticularmente, con la mano derecha, aunque también brillaran algunos naturales. La estocada, entrando a recibir, fue ejemplo de autenticidad. El alicantino volvió a interpretar ante otro extraordinario toro su mejor concepto del toreo. Aprovechó las excelentes embestidas en tandas de una gran expresividad. La suerte de matar la interpretó como si fuera una página de un tratado de tauromaquia.
Jiménez Fortes se acopló a la nobleza del tercero y logró pasajes muy lucidos en el toreo fundamental y en circulares invertidos. En el tramo final de su labor se sintió en pases de mucha torería. En el sexto, el malagueño estuvo muy decidido con un oponente peligroso.
Toros de Domingo Hernández y Garcigrande (3º), el 2º y el 4º, vuelta al ruedo, bravos y nobles a excepción del 6º. El Juli, ovación y dos orejas; Manzanares, dos orejas y dos orejas y rabo; y Jiménez Fortes, oreja en ambos. Casi lleno.
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