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Dramatización del caos
Para quienes demostramos una actitud positiva ante la vida la palabra desdramatización la llevamos grabada a fuego en nuestra frente o tatuada en una nalga como alguna ex de torero que se tatuó la cabeza de un toro o el nombre de su amado y ahora tiene que andar láser arriba, láser abajo para borrársela. El ejemplo de la desdramatización del caos se hizo visible ante la risa que nos dio a todos el diputado catalán pidiendo «auxili». Al pobre pringao le tocó llegar a pata hasta el «parlament» mientras que el «president» y otros privilegiados llegaban tan «ricament» en helicóptero. (Dos incisos. Primero: no soy demasiado partidaria del entrecomillado, pero en este caso es inevitable. Y segundo: sé bien que este tema ha sido muy comentado en los últimos días, pero yo también tengo derecho a escribir sobre ello. Pediré al director publicar entre semana, para no perderme los hechos más jugosos). Según los teóricos de la cosa, aprender a vivir en el caos no significa aprender a controlarlo, si bien hemos de considerar que somos parte de ese caos y no podemos enfocarnos como elementos aparte. Pero sí podemos aprovechar el momento y ser más creativos con la situación que vivimos, es decir, si desdramatizamos el caos porque no nos corresponde a nosotros resolverlo sino a los que nos gobiernan, que para eso les pagamos, estaremos dando un paso adelante. Al fin y al cabo somos lo mismo que hace diez años, aunque hace diez años éramos psicológicamente diferentes.
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