Escritores
Me va a tocar
No le he cogido manía porque sea de tercera mano. No me importa que las cosas estén usadas. Eso nunca me ha detenido a la hora de elegir marido, por ejemplo. No es porque lleve encima más kilómetros que un astronauta ruso.
Pero, la verdad: tengo un coche tan cutre que traía los rayajos en la pintura de serie. No he cambiado de coche desde que Rubalcaba era efebo. Y ya ni me molesto en lavarlo porque, a los tres años, está igual de sucio que el primer día. La solución habitacional donde moro tampoco es muy grande: me movía con más libertad en el útero de mi madre que en ella. Mis finanzas van regulín. Repito sin cesar: «Que Dios te lo pague, porque yo no llevo suelto…».
Nunca he sabido cómo conseguir coche y casa nuevos sin deudas. Soy muy mala con los negocios. Tampoco sé bucear en la economía sumergida: no soy animal de ciénagas (con ser animal, a secas, voy tirando). Hubo un tiempo en que pensé dedicarme a la política a ver si así lograba un cochecito oficial. Ponderé contratar un anuncio en la sección de contactos: «Busco Partido Político para escaño y lo que surja...». Tengo una amiga de la infancia que a los diez años ya había decidido que de mayor tendría un cochazo. Logrolo. Que no daría ni golpe en toda su existencia. Logrolo, de momento. Resolvió que se casaría con el hombre perfecto. Logrolo. Que daría a luz a tres querubines superdotados. Logrolo… Yo, sin embargo, todavía ando soñando que me compraré un Seat Gremlin en cuanto lo fabriquen. (También me conformaría con un Nissan Ciudad Real). Y mi pequeña familia disfuncional ha estado a punto de verse destruida muchas veces mientras armábamos entre todos, sin éxito, los muebles de IKEA. La vida es como los purés: puede ser algo exquisito o una cosa asquerosa, aunque apenas se diferencien por su aspecto.
Así, por estas fechas, como cualquier españolito de a pie –«de a pie» porque no tenemos coche– en la esperanza de conseguir dos cosas (coche y casa), y desprenderme de una (deuda), he comprado Lotería de Navidad. Me va a tocar, me digo. Pero… ¿y si no me toca…? Entonces, seguiré los consejos de Epicuro: «¿Quieres ser rico? Pues no te afanes en aumentar tus bienes sino en disminuir tu codicia». (Claro que Epicuro se libró de vivir en la Zona Euro. El muy listo).
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