Estados Unidos

Jerusalén la ciudad imposible por César VIDAL

Se cumple el aniversario del proyecto para internacionalizar la Ciudad Santa. No tuvo éxito y el conflicto continúa 

Un viejo en las calles de Jerusalén
Un viejo en las calles de Jerusalénlarazon

El proceso de descolonización ocasionó gravísimos quebraderos de cabeza al Imperio británico. Aparte de la salida de una India que se dividiría en India y Pakistán, el contencioso más espinoso con el que se encontraba nada más concluir la Segunda Guerra Mundial fue el del mandato de Palestina. La situación se complicaba por añadidura porque Gran Bretaña deseaba encontrar un trono en el que asentar a la dinastía hashemita –a la que había pensado ocasionalmente en convertir en monarcas de Arabia– y porque tenía que hacer frente al compromiso contraído con la Declaración Balfour de 1917 en el sentido de permitir el establecimiento de un «hogar nacional judío» en el territorio del mandato de Palestina.

El primer objetivo se vio alcanzado cuando, mediante una decisión no poco discutible, Gran Bretaña desgajó del mandato la mayor parte de su territorio y creó lo que se conocería como el reino de Jordania. El segundo, teóricamente, vino solventado cuando la ONU votó a favor de la división del resto del territorio en dos estados, uno árabe y otro judío, y el sometimiento de Jerusalén a un régimen internacional. En apariencia, semejante solución tendría que haber resultado aceptable, ya que la urbe milenaria que el rey David conquistó a los jebuseos se hallaba ya entonces dividida entre una parte judía y otra árabe en la que, por añadidura, se daban cita grupos raciales tan diversos como los armenios o los abisinios.

Sin embargo, para la Liga Árabe la misma idea de un estado judío resultaba intolerable. El 14 de mayo de 1948, nada más producirse la salida de las tropas británicas y la proclamación de independencia de Israel, los ejércitos de seis naciones árabes invadieron el territorio del Estado judío con la intención confesa de arrojar a sus habitantes «al mar». Objetivo privilegiado en esa invasión era la conquista de la Jerusalén judía que muy pronto se vio cercada y que se abasteció a través de una insegura carretera que recibiría el nombre de la «Ruta de Birmania».

Lugares sagrados
Cuando concluyeron las hostilidades, la cuestión de Jerusalén volvió a plantearse. El 9 de diciembre de 1949, la Asamblea General de la ONU solicitó la desmilitarización e internacionalización de Jerusalén, así como la protección de los lugares sagrados y el libre acceso a los mismos. En la resolución 194 (III) se dispuso además el establecimiento de una Comisión de Conciliación de las Naciones Unidas para Palestina, integrada por tres Estados miembros: Estados Unidos, Francia y Turquía.

La organización internacional chocó con los intereses árabes y, más concretamente, de Jordania, que ocupó el territorio del Estado palestino y lo convirtió en parte de su territorio. Jerusalén permanecería así dividida hasta que la Guerra de los Seis días en 1967 permitió que se reunificara bajo dominio de un Israel que, siguiendo un imperativo histórico, lo acabó convirtiendo en su capital. La internacionalización era, a esas alturas, una de tantas utopías que el realismo se había ocupado de desmentir.