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Pepe Sancho: Los firmantes de manifiestos ya no saben a quién arrimarse

Con una carrera plagada de éxitos y todos los premios habidos y por haber, este maestro de la interpretación es incombustible. Tras un invierno memorable, encarnando al Bertomeu de Chirbes, ya proyecta un Valle-Inclán y una reposición de Benavente.

Pepe Sancho sirve una cerveza en el Cafe de Oriente de Madrid
Pepe Sancho sirve una cerveza en el Cafe de Oriente de Madridlarazon

Es todo un Pope para las nuevas generaciones de actores, aunque él lo niegue. Una inconfundible voz torrencial y un potente caudal expresivo, junto a una mirada difícil de sostener, conforman una figura de granítica fortaleza. Sin driblar ninguna pregunta, emana un Pepe distinto: un caballero tierno. El Café de Oriente es testigo de nuestro encuentro.

–Me habían dicho que se gastaba un pelín de mala uva, y venía «acongojada».
–El humor no es como un brazo: largo o corto. Depende cómo y en qué circunstancia.
–He leído que infunde respeto, como Heston.
–No hagas caso a lo leído ni a lo oído. Centrémonos en el ahora. Has tocado a Charlton Heston, con quien trabajé y sólo recuerdo maravillas: educado, profesional. Y eso que cuando rodamos «El camino de Santiago» tenía 80 años. Ya quisieran muchos pazguatos tomar ejemplo.
–Este verano, ¿también trabajará?
–Prepararé la adaptación –y la dirección– de «Los cuernos de don Friolera», de Valle, para estrenarlo en Valencia, a mediados del año próximo. Pero antes, a primeros, estrenaré «Los intereses creados», de Benavente, en los teatros del Canal, tras haber estado seis meses llenando en Valencia. Y sí, volveré a ser Crispín.
–¿Y de cine?
–En el intervalo, haré el primer largo de Jaime Falero –«El clan»–. Ya había trabajado con él en el mediometraje «Dinero negro» junto a Maribel Verdú y creo en el proyecto y en el director.
–¿Qué tal la resaca de buenas críticas por «Crematorio»? (Algunos le «descubren» ahora).
–Hay muchos que a lo largo de su trayectoria les ha costado hacerlo y cuando estás en edad de merecer, juegan a descubrirle. La serie ha sido un gran trabajo con un buen equipo, y un buen director. Es un producto sacado de las entrañas del cine y trasladado a la televisión.
–Se sabe cuándo ha hecho un trabajo redondo.
–Uno sabe que cuando se lleva 45 años viviendo de esto, no es por casualidad.
–Chirbes se pronunció...
–Dijo lo mismo que mi mujer, Reyes Monforte, con «Un burka por amor»: «He vendido los derechos de una novela y ahora que pasa al lenguaje del cine, no tengo qué añadir».
–Pero cuándo supo que usted sería protagonista...
–Me dijo algo generoso: «Yo imaginaba otro Bertomeu... Hasta que te he visto».
–Viniendo de un hombre tan parco, es mucho.
–Cierto. Había críticos que llegaron a decir que Chirbes escribió Bertomeu para mí. ¡Fíjate la diferencia! Algunos críticos me parecen muy respetables, pero otros. ¿Cómo le explican a su hijo a qué se dedican? No me parece una profesión. En el mejor de los casos, es un estado de ánimo.
–¿Hay más corrupción ahora o sabemos de más casos, por haber mayor divulgación?
–Hay más medios y más libertad de prensa. Pero también se inventan más bulos. Lamentablemente, para vosotros, Prensa parece serlo ahora casi todo. Cualquiera que esté en una cadena basura opinando se cree periodista. De hecho, cada vez que acuden a una rueda de prensa, sólo van a provocar y chafan el acto. Pero creo que se terminarán autofagocitando.

«EN MI CASA OLÍA A CARNE»

–Usted se mantiene al margen del circo.
–¡Porque decides, firmemente, hacerlo! Lo mejor es no tener ninguna relación. Es más sano. Aunque un día, en su propio delirio, terminarán metiéndose con Vasile y tendrán que exiliarse.
–De pequeño olía a pobre y quería oler a rico...
–Era mi visión de los ocho años, y pensaba que todos los ricos olían a jazmín. Iba a una piscina donde me dejaban bañar, en la que había jazmines. En casa, en cambio, éramos pobres y olía a carne porque mi padre era carnicero. U olía a la carnicería, o a la carne frita de la cena o a la piel de cordero que se llevaba el peletero para curtirla.
–¿Visionar el niño que hay en un personaje le resulta primordial para construirlo?
–No exactamente. Si me ofrecen tantos papeles de malo debe ser porque los hago bien. Lo que procuro tener presente es que nadie nace malo. Todo niño con hogar ha sido amado. Aunque luego crezca y se convierta en Al Capone, en algún lugar de su mirada quedan restos del niño que fue. Y eso hay que ponérselo a «un malo» para que el personaje sea creíble y no una caricatura.
– ¿Por eso dejó su papel en «Cuéntame»?
–Los guionistas estaban caricaturizando a don Pablo. Al principio me parecía un personaje digno, que defendía unas ideas que la democracia le iba desmontando. Cuando se convirtió en la sombra de lo que fue, preferí abandonar.
–Milans del Bosch, Tarancón, ¿personajes al límite?
–No creas, «El estudiante» era muy normal, por ejemplo. Todo depende de cómo le afecte al espectador cuando lo ve. Milans creía ser un gran patriota (pero a los patriotas con armas hay que temerles). No metió la mano en las arcas ni robó «Las meninas», quería reestructurar el antiguo orden político y hacer lo que hizo Franco. Afortunadamente, le salió mal. Pero sí, los grandes asesinos, los grandes malos, son muy agradecidos y no hace falta significarse con ellos. Recuerde el «Nerón» de Ustinov.
–¿Quién trata mejor la cultura, la derecha o la izquierda?
–Ahora muchos están cabreados con el PSOE porque no salen las cosas como ellos querían. Recordemos la víspera del 2004, la convocatoria en la puerta del PP, los SMS de «pásalo»... Quieren cambiar la izquierda, ¡pero si las ideologías han desaparecido! La mayoría de los firmantes de aquellos manifiestos, ya no saben a quién arrimarse para tener ideología.
–La crisis ha facilitado el estallido teatral.
–El teatro se hace con dos que hablen. El cine necesita una industria. Me da igual que unos veten a Alberti en los 50 o a Pemán en el 2000. Hay una tendencia de despreciar a autores que proceden de la época franquista, como Jardiel, con ese falso rollo de la memoria histórica. Estoy defraudado de los políticos, por su pacatería.
–Es primo del único político que se fue.
–Antonio Asunción le dijo a González: «Me voy». No puso su cargo a disposición ni dilató nada. El que quiere irse, se va. Fue ejemplar. Hoy, no encuentro un político que me convenza.
–Porque o estás en su grupo...
–...O tienes que ir por libre. Y yo he decidido hacerlo. Digo lo que pienso, no lo que es conveniente. Por eso dejé también de ser tertuliano.
–¿Qué le parece lo de la SGAE?
–A mí nunca me ha inspirado mucha confianza, aunque es necesario defender a los artistas y creativos... Debería haber un exhaustivo control ante el Tribunal de Cuentas. Si los jueces han entrado, algo irregular habrá... Y si se han equivocado, que carguen contra los jueces.
–Sr. Sancho: hemos terminado.
–(Risas) ¿A que lo de la mala uva era un bulo?
–Ha sido usted un perfecto caballero.


Mi maleta del verano
Pepe Sancho quiere relajarse tras un año de grandes actuaciones y reconocimiento unánime por su papel en la serie «Crematorio», en la que representaba a un constructor en un pueblo de la costa que hizo su riqueza gracias a la corrupción. «Vamos a pasar unos días al pie de Gredos con unos buenos amigos. Luego mi mujer y yo nos iremos diez días a La Toscana y el resto en Altea. El libro principal para mi lectura será «Los cuernos de Don Friolera», por cuestión de trabajo, «La infiel» de Reyes Monforte, por placer. La música que me acompañará durante estos días de relax es de Coltrane, Diana Krall y Maria Callas».